Promesas.

LETRA

[Verso 1]
Dios de Abraham,
Eres Dios que cumplirá
Cada pacto hasta el final
Una y otra vez
Te has mostrado fiel y lo volverás hacer.

[Pre-Coro]
A pesar de la fuerte tempestad
Firme estaré
Y aprenderá este corazón
A confiar en Él.

[Coro]
Grande es Tu fidelidad a mí
Grande es Tu fidelidad a mí
Del amanecer a la anochecer
Yo te alabaré
Grande es Tu fidelidad a mí

[Verso 2]
El mundo pasará
Pero Tu palabra permanecerá
Y Tu historia testificará
Que eres la Verdad

[Puente]
Yo confiaré en Cristo
Anclado estoy en Él
Mi esperanza firme
Nunca me fallará

Las promesas de Dios son para ser usadas.

En 2 Samuel 7, Dios –a través del profeta Natán– le recordó a David como Él lo escogió y lo hizo un rey grande sobre Israel. Dios también le prometió que Él levantaría a uno de su familia que edificaría una casa para el Señor y la casa y el trono de David serían establecidos para siempre.

¿Cuál fue la respuesta de David? “Y ahora, oh Señor Dios, confirma para siempre la palabra que has hablado acerca de tu siervo y acerca de su casa, y haz según has hablado” (v. 25). David respondió: “afirma mi casa, afirma mi reino para siempre, tal como has dicho”. Un par de versículos más abajo, David dijo: “Porque tú, oh Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has revelado a tu siervo, diciendo: «Yo te edificaré casa»; por tanto, tu siervo ha hallado ánimo para elevar esta oración a ti” (v. 27).

David sabía que hacer una oración como esa era un acto muy presuntuoso… a menos que Dios le hubiera abierto esa puerta. Y eso fue lo que Dios hizo: Dios fue quien tuvo la iniciativa, Él le prometió a David establecer su reino; y, entonces, David tuvo el valor para pedir de la manera que lo hizo: “Y ahora, ten a bien bendecir la casa de tu siervo, a fin de que permanezca para siempre delante de ti; porque tú, oh Señor Dios, has hablado y con tu bendición será bendita para siempre la casa de tu siervo” (v. 29).

La promesa que Dios hizo a David encuentra su cumplimiento último en Jesús, quien es el Rey-Salvador de todos los que se arrepienten de sus pecados y confían en Él. Jesús es la promesa más grande de todas y la razón por la cual Dios puede dar justamente buenas cosas a quienes merecen sólo castigo. Sigue leyendo Las promesas de Dios son para ser usadas.

Tripp sobre “La labor de criar adolescentes”.

Nosotros no somos los autores del cambio; nunca seremos nada más y nada menos que instrumentos en las manos de Aquel que crea el cambio. No debemos tratar de hacer Su trabajo, sino ser personas que entienden lo que significa orar sin cesar.

En todo esto, debemos recordar las verdades de la Palabra. No estamos solos (Jos. 1:1-9). Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones (Sal. 46). Él está obrando en cada situación, ubicación y relación para alcanzar lo que es bueno (Ro. 8:28ss). Él está obrando en nosotros para lograr cosas que son más grande de lo que pedimos o entendemos (Ef. 3:14-20). No necesitamos temer nuestras debilidades, porque Su gracia es suficiente y Su fuerza se perfecciona cuando somos débiles (2 Co. 12:7-10). Ya se nos ha dado todo lo que necesitamos para hacer la voluntad de Dios (2 Pe. 1:3-4). Dios ha prometido darnos sabiduría sin favoritismo (Stg. 1:5). Él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos de toda maldad (1 Jn. 1:9). Debido a la victoriosa obra de Cristo, nuestra labor en Su nombre no es en vano (1 Co. 15:58). El día se acerca cuando esta lucha acabará y no habrá más pecado ni dolor (1 Co. 15:50-57).

¿Qué hacen estas promesas para nosotros? Cambian totalmente la manera en la cual nosotros pensamos acerca de nuestra labor de criar adolescentes. Nuestra meta no puede ser la supervivencia. Esta meta es demasiado baja porque olvida las gloriosas cosas que Dios está haciendo en nosotros y ha prometido hacer a través de nosotros. Tenemos una maravillosa oportunidad –la de ser a diario parte de la gloriosa obra de redención de Dios–. ¡No hay más grande llamamiento! Debemos ver nuestra labor de criar como más que un deber. Es un gran privilegio. ¿Cómo puede ser que Dios nos confiara una labor tan significativa? Tenemos que abrazar nuestro llamamiento con esperanza. ¡Él está aquí, Él está obrando! ¡Tenemos una razón para levantarnos en la mañana y recordarnos que nuestras vidas tienen propósito y significado eterno! Tenemos una razón para salir en fe y hacer con valor las cosas que Dios nos ha llamado a hacer mientras criamos a nuestros adolescentes.

Este artículo es un extracto tomado de: Paul David Tripp. Age of Opportunity [Edad de Oportunidad], pp. 252, 253. Traducción de Misael Susaña.

Fe y conducta.

Después de que el autor de Hebreos ha mostrado la superioridad de Cristo, ha animado a sus lectores a continuar en la fe y los ha advertido en contra de la apostasía; el pasa a dar algunas exhortaciones finales en el capítulo 13. Y dentro de esas exhortaciones se encuentra la siguiente: “Acordaos de vuestros guías que os hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imitad su fe” (v. 7). Aunque el texto no dice literalmente “pastores”, sin duda alguna los incluye; ya que los pastores son aquellos que guían y hablan la Palabra de Dios.

El llamamiento allí es a que imitemos la fe de nuestros pastores, considerando el resultado de su conducta. Al ver el resultado de la conducta de nuestros pastores, sabemos que vale la pena tener fe.

Ahora, algo claro que se nos enseña en Hebreos es que los creyentes no van a obtener todo lo que Dios les ha prometido de este lado del cielo (Heb. 11:39). Pero el resultado de la conducta de ellos que tienen fe todavía puede ser visto en su paciencia: “a fin de que no seáis perezosos, sino imitadores de los que mediante la fe y la paciencia heredan las promesas” (Heb. 6:12); en el gozo en medio de la aflicción: “Porque tuvisteis compasión de los prisioneros y aceptasteis con gozo el despojo de vuestros bienes, sabiendo que tenéis para vosotros mismos una mejor y más duradera posesión” (Heb. 10:34); en el buen testimonio de parte de Dios: “Y todos éstos, habiendo obtenido aprobación por su fe, no recibieron la promesa” (Heb. 11:39). Y es que la fe viva, la fe verdadera, siempre se reflejará en la conducta –y en una buena conducta–. Dicho negativamente, en palabras de Santiago, la fe sin las obras está muerta (Stg. 2:17).

Permítanme resaltar que el llamamiento no es que aquellos que están siendo discipulados por el pastor imiten su estilo de predicación, tampoco es un llamamiento a ser indulgente con tus pecados porque tu pastor también peca. El llamamiento es a imitar su fe.

A LOS PASTORES

Ahora, este versículo no habla solamente a ti y a mí; este versículo habla implícitamente a los pastores. Es deber de los pastores, aparte de guiar y hablar la Palabra, ser modelos de fe que otros puedan imitar. Ellos deben ser «ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza» (1 Ti. 4:12). Y por si acaso todavía no lo has entendido, una conducta ejemplar es mucho más que una conducta aceptable. Los pastores deben ser capaces de decir públicamente: “Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo” (1 Co. 11:1).

Pastor, recuerda que aquellos que te dan sus oídos también tienen sus ojos en ti. Por lo tanto, que la Palabra de Dios que hablas sea también aplicada a tu conducta.