¿Cómo podemos saber que Dios existe? [II]

Todo diseño apunta a un diseñador: Cuando miramos un reloj con un complejo mecanismo trabajando armoniosamente para indicarnos la hora, los minutos y los segundos con precisión, concluimos que éste fue hecho por un relojero inteligente. Cuando escuchamos una hermosa composición musical, concluimos que ésta fue compuesta por un músico inteligente. Cuando vemos un edificio con puertas en el lugar correcto para entrar y salir, y con ventanas en el lugar correcto para la iluminación y la ventilación; concluimos que éste fue diseñado por un arquitecto inteligente. Pero cuando algunos miran al universo, concluyen que éste no tiene diseñador; ¿es esta conclusión la más lógica?

El universo está inteligente y cuidadosamente diseñado: el universo tiene el ajuste perfecto para la vida en él. En palabras de William L. Craig: todas las constantes y cantidades del universo «caen dentro de un rango extraordinariamente estrecho de valores que permiten la vida. Si tales constantes y valores fueran alterados mínimamente, se destruiría el equilibrio de la vida y no existirían organismos vivos de ningún tipo» (Five arguments for God, p. 14).

El ácido desoxirribonucleico (ADN) contiene las instrucciones genéticas que se usan en el desarrollo y funcionamiento de los organismos vivos y éste determina como luce y funciona nuestro cuerpo. Y, como dijo alguien, una sola molécula de ADN tiene la misma información que un tomo de enciclopedia. Decir que el ADN es el resultado de un accidente o que se formó solo es tan ridículo como decir que una enciclopedia alfabéticamente organizada, y dentro de ella con las imágenes, más el pie de foto correcto en las páginas adecuadas, fue el resultado de un accidente o que se creó sola.

Carl Sagan, hablando sobre la información que hay en el cerebro, dijo: “El contenido de informaciones que hay en el cerebro humano, expresado en bits, puede ser comparable con el número total de conexiones entre las neuronas: aproximadamente cien trillones, o sea 100.000.000.000.000 de bits. Si esa información se escribiera, digamos en español, llenaría unos veinte millones de tomos, tantos como hay en las bibliotecas más grandes del mundo. Ese equivalente a veinte millones de libros yace en la cabeza de cada uno de nosotros. El cerebro es un lugar muy grande en un espacio muy pequeño… La neuroquímica del cerebro, asombrosamente activa, es el circuito de una máquina mucho más maravillosa que cualquiera de los seres humanos haya diseñado” (Cosmos, p. 278).

Por lo tanto, el universo apunta a un diseñador inteligente y cuidadoso… Dios: “aunque hubiera un argumento aleatorio (probabilístico), las posibilidades indican que es mucho más probable que haya un diseñador. Un científico calculó la probabilidad de que una sola célula animal surgiera por pura casualidad en 1 en 1040000. Las probabilidades de que un ser humano, infinitamente más complejo que una célula, surja al azar son demasiado bajas para calcularlas. La única conclusión razonable es que hay un gran Diseñador tras el diseño del universo” (Geisler).

Génesis 1 nos dice que «en el principio creó Dios los cielos y la tierra» (v. 1). Y Dios lo ajustó para que tanto el hombre (varón y hembra) como otros seres vivientes pudieran vivir en él. Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza (v. 26): con la capacidad de pensar, de ser creativo, de comunicarse, de sentir, de actuar, de tener autoridad sobre la creación, de hacer lo que es moralmente bueno. Así, toda la creación apunta al Dios de la Biblia como Su diseñador.

1ra parte; 2da parte; 3ra parte; 4ta parte

 

Publicado por

Misael Susaña

Misael Susaña nació en República Dominicana, fue salvado a la edad de trece años y actualmente es uno de los pastores de Iglesia Fundamento Bíblico. Es también maestro de Inglés. Estudió Teología Sistemática en la Academia de la Gracia (Reformed Baptist Seminary) y ha participado en varios diplomados. Desde el 2008, ha publicado regularmente artículos bíblicos en su blog (gustadaDios.com). Misael, teniendo en mente Salmos 34:8, prefiere describirse a sí mismo como un «Catador de la bondad de Dios y feliz promotor de ésta; para Su gloria y el beneficio [en Él] del creyente».

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