Gloria a Dios, paz a los hombres.

La noche en la cual Jesús nació, un grupo de pastores de ovejas presenciaron una multitud de ángeles que alababan a Dios con las siguientes palabras: “Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace” (Lucas 2:14). El nacimiento de Jesús significó «gloria a Dios» y «paz entre los hombres en quienes Él se complace». Ningún otro evento hizo realidad ambas cosas al mismo tiempo.

La venida del Hijo de Dios (Jesús) al mundo dio gloria a Dios o demostró las virtudes de Dios como nunca antes. Atributos como la sabiduría, la justicia y la bondad de Dios se demostraron al Jesús vivir la vida en perfecta obediencia a la ley de Dios –que nosotros no vivimos–, al sufrir la muerte como castigo por el pecado –para que nosotros no tengamos que sufrirla– y al resucitar como evidencia de que el pago efectuado fue recibido.

La venida del Hijo de Dios (Jesús) al mundo también dio paz a los hombres en quienes Dios se complace, a los Suyos, a los que se arrepienten y creen. Debido al pecado de los hombres, existe una separación entre los hombres y Dios. Pero Jesús vino a hacer que el hombre esté bien con Dios, a crear una relación armoniosa (sin conflicto) entre Dios y el hombre. Y eso Él lo hizo al tomar el castigo que nosotros merecíamos y darnos la paz que Él obtuvo.

La gloria es de Dios porque Él es el autor de esta gran salvación y el beneficio es del hombre porque él es el receptor de esta gran salvación:

“Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres en quienes El se complace”.

Publicado por

Misael Susaña

Misael Susaña nació en República Dominicana, fue salvado a la edad de trece años y actualmente es uno de los pastores de Iglesia Fundamento Bíblico. Es también maestro de Inglés. Estudió Teología Sistemática en la Academia de la Gracia (Reformed Baptist Seminary) y ha participado en varios diplomados. Desde el 2008, ha publicado regularmente artículos bíblicos en su blog (gustadaDios.com). Misael, teniendo en mente Salmos 34:8, prefiere describirse a sí mismo como un «Catador de la bondad de Dios y feliz promotor de ésta; para Su gloria y el beneficio [en Él] del creyente».

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