En Juan capítulo 9, el evangelista relata como Jesús le dio la vista a uno que había sido ciego desde su nacimiento. La ceguera de este hombre no era debido a algún pecado cometido –ni por él ni por sus padres–, sino para que las obras de Dios –que se harían a través de Jesús– se manifestaran en él.
Debido este asombroso milagro, algo que no se había oído hasta ese momento, los vecinos, los fariseos, los judíos comenzaron a hacer muchas preguntas. Y los interrogados fueron aquel que había sido ciego y sus padres. ¿Cuáles fueron sus respuestas?
LA RESPUESTA DE LOS PADRES
Cuando el padre y la madre fueron interrogados sobre lo que le había pasado a su hijo, ellos respondieron: “Sabemos que este es nuestro hijo, y que nació ciego; pero cómo es que ahora ve, no lo sabemos; o quién le abrió los ojos, nosotros no lo sabemos. Pregúntenle a él; ya es mayor de edad, él hablará por sí mismo” (vv. 20, 21).
Los padres del que había sido ciego no quisieron hablar mucho del tema. Su respuesta fue vaga, muy general, imprecisa. Y eso no tanto porque ellos no sabían lo que había ocurrido recientemente; sino porque tenían miedo de ser expulsados de la sinagoga si confesaban que Jesús era el Mesías prometido.
Sin embargo, en la respuesta de los padres se confirman al menos tres cosas: (1) que ese era su hijo y no alguien parecido; (2) que él realmente había nacido ciego; y (3) que él ahora veía.
LA RESPUESTA DEL QUE HABÍA SIDO CIEGO
El ciego del que se habla en Juan 9 no sólo experimentó de primera mano un milagro de Jesús; sino que también él testificó sobre ese milagro y ese Jesús:
- Cuando la gente se preguntaba si él era el que se sentaba y mendigaba, él decía: “Yo soy” (v. 9).
- Cuando le preguntaron varias veces cómo había recibido la vista, este hombre les explicó que Jesús le había untado lodo en los ojos, le había mandado a lavarse y así recibió la vista (vv. 11, 15).
- Después dijo: “yo era ciego y ahora veo” (v. 25).
- Y también: “a mí me abrió los ojos” (v. 30).
Y aunque este hombre dijo de Jesús: “si es pecador, no lo sé” (v. 25). Eso me parece que fue dicho con ironía (él quería decir lo contrario a lo que se dio a entender), porque más adelante él dijo: “Sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguien teme a Dios y hace Su voluntad, a este oye” (v. 31). ¡Él creía que Jesús era temeroso de Dios y hacedor de Su voluntad, y que Dios escuchó Su oración a favor de este hombre!
Este hombre también dijo que Jesús venía de Dios: “Si Este no viniera de Dios, no podría hacer nada” (v. 33).
¡SÉ COMO EL EXCIEGO!
A diferencia de la respuesta de sus padres, la respuesta de este hombre que había sido ciego fue explícita (clara). Y hoy quiero invitarte a que seas como él: no calles las grandes cosas que Dios ha hecho por ti –principalmente al salvarte–. ¡Testifica! ¡Responde a las preguntas! ¡No dejes que las personas se queden con las dudas! ¡Sé explícito sobre las obras de Dios en tu vida!
¿Por qué eso es importante? Primero, porque dará gloria a Dios al ser reconocido como Salvador y Ayudador. Segundo, porque traerá beneficio a tu prójimo ya que le estarás indicando a quién deben ir en busca de salvación y ayuda.
Así que, testifiquemos junto al autor de este antiguo himno:
“Sublime gracia del Señor
que un infeliz salvó;
Fui ciego mas hoy puedo ver,
perdido y Él me halló…En los peligros o aflicción
que yo he tenido aquí,
Su gracia siempre me libró
y me guiará feliz”.