Capitán América: Un nuevo mundo es la cuarta entrega de la serie de películas de Capitán América. En esta entrega, Sam Wilson ha asumido oficialmente ser el nuevo Capitán América en un mundo que está dividido. Sam y otros aliados como Joaquín Torres (quien asume el rol de Falcon) deben llegar al fondo de una conspiración que atenta contra la estabilidad global, enfrentar al villano Samuel Sterns y detener al presidente Thaddeus «Thunderbolt» Ross quien se ha convertido en Red Hulk.
La crisis pone a prueba el liderazgo de Sam Wilson como Capitán América. Tras el atentado en la Casa Blanca, el presidente le recuerda que él no es Steve Rogers. Con Joaquín en el hospital, Isaías –un super soldado– de vuelta en prisión y Sterns saliéndose con la suya, Sam comienza a dudar: ¿Acaso Steve Rogers se equivocó al darle el escudo de Capitán América?
¿Te has sentido así alguna vez? ¿Has sentido que tu situación es demasiado grande para ti? ¿Que alguien más –cualquiera menos tú– debería enfrentar el desafío que tienes por delante?
Déjame contarte sobre un personaje bíblico que vivió algo similar. Su nombre es Josué. Y su historia nos deja una lección poderosa.
FUERZA Y VALENTÍA
El libro de Josué comienza con malas noticias desde el primer versículo: “Moisés ha muerto”. Y no son malas noticias solo porque se menciona la muerte de alguien. Son malas noticias porque Moisés no era cualquier persona: era el líder de Israel, un profeta único, a quien el Señor conocía cara a cara. A través de él, Dios realizó señales y prodigios en Egipto y hechos asombrosos ante los ojos de todo Israel (Dt. 34:10-12). Moisés fue el instrumento de Dios para liberar a Su pueblo de la esclavitud en Egipto. Pero antes de que Israel pudiera poseer la Tierra Prometida, Moisés muere.
Y justo después de esta devastadora noticia, Dios le da un desafío a Josué: “levántate, cruza este Jordán, tú y todo este pueblo, a la tierra que Yo les doy a los israelitas” (v. 2). Y Él repite en el versículo 6: “Sé fuerte y valiente, porque tú darás a este pueblo posesión de la tierra que juré a sus padres que les daría”.
No es difícil imaginar a Josué sintiendo que las sandalias de Moisés le quedaban demasiado grandes: “¿Yo? ¡Pero si no soy Moisés! Solo era su ayudante. ¿Qué pasará con este pueblo? ¿Me seguirán como lo hicieron con él? Si fueron rebeldes cuando Moisés aún vivía, ¿cuánto más ahora que ha muerto?”. Dios conocía sus temores, por eso le repite, no menos de cuatro veces, que sea fuerte y valiente. Pero eso no es todo…
LA PRESENCIA DE DIOS
Dios no solo le ordena a Josué ser fuerte y valiente, sino que también le revela la que sería la base de su fuerza y valentía. En el versículo 5, le asegura: “así como estuve con Moisés, estaré contigo”. Y en el versículo 9 Él repite: “el Señor tu Dios estará contigo dondequiera que vayas”.
La presencia de Dios es la razón por la que Josué debe esforzarse y ser valiente, a pesar de las circunstancias abrumadoras y la enorme tarea que tiene por delante. Esa verdad es el combustible que impedirá que el fuego de su fuerza y valentía se apague.
Es como si Dios le dijera: “Sí, Josué, es cierto que tú no eres Moisés. Pero recuerda que el éxito de Moisés no dependió de su talento o de que fuera un líder nato. Su éxito se debió a que Yo estaba con él. Moisés no fue un gran hombre de Dios; fue un hombre común y corriente en las manos de un gran Dios. Así como estuve con Moisés, ahora estaré contigo. Así como lo sostuve en mis manos, ahora te sostengo a ti”.
¡Ánimo!
¡Cristiano, cobra ánimo! Sé fuerte y valiente para cumplir todo aquello a lo que Dios te ha llamado. No importa cuán desafiante parezca la tarea que tienes por delante; recuerda que Dios está contigo.
Sé fuerte y valiente en la lucha diaria contra el pecado. No importa cuán ferozmente te asedie, no estás solo. Dios, en la persona del Espíritu Santo, está contigo, fortaleciéndote en cada batalla.
Gustad a Dios 