El decreto de Dios [III]

Hay muchas cosas acerca del decreto de Dios que no entendemos a plenitud, pero como dijo un puritano: “La fe debe nadar donde la razón se ahoga”. Aunque mi mente finita no entienda muchas cosas acerca del decreto del Dios eterno, hay algo que sí entiendo: “Las cosas secretas pertenecen al SEÑOR nuestro Dios, mas las cosas reveladas nos pertenecen a nosotros y a nuestros hijos para siempre, a fin de que guardemos todas las palabras de esta ley” (Dt. 29:29). Ni tú ni yo somos Dios, no podemos conocer las cosas secretas que sólo El conoce y sería un gran atrevimiento tratar de indagar en los archivos secretos de Dios. Sin embargo, tanto tú como yo tenemos la Palabra de Dios, donde está expresada Su voluntad preceptiva (voluntad revelada) y en ésta debemos enfocar nuestra mayor atención para obedecerla. Según Deuteronomio 29:29, las cosas secretas son pertenencia de Dios y de nadie más; pero las reveladas, Dios nos las dio (nos pertenecen) a nosotros. ¿Para qué? ¿Con qué propósito? Para (con el propósito de) que las guardemos, las cumplamos, las obedezcamos. Enfoquemos nuestra mayor atención en la voluntad preceptiva de Dios y confiemos en el Dios que cumplirá Su voluntad decretiva de una manera sabia (Sal. 104:24) y santa (Sal. 77:13), para Su gloria (Ef. 1:6) y el bien de los Suyos (Ef. 1:3).

Cito a Juan Calvino –quien habló de aquellos que quieren elevar su razón por encima de lo permitido en las Escrituras: “Si alguien con una seguridad descuidada, entra a este lugar, no podrá ser exitoso en satisfacer su curiosidad. Entrará a un laberinto del cual no encontrará salida; porque no está bien para el hombre el examinar cosas sin las restricciones que Dios ha puesto a los hombres y ha escondido, ni tampoco le es correcto [al hombre] investigar la sabiduría más sublime que en ciertos puntos Dios quiere que respetemos pero no que entendamos, para que aun en éste, su perfección sea manifiesta”. Continuar leyendo El decreto de Dios [III]