Al hablar en este artículo de “las ofrendas” me refiero al dinero que los cristianos dan, generalmente en el contexto de su iglesia local, para suplir las necesidades de la iglesia y para la gloria de Dios. Aquí les dejo con tres verdades sobre las ofrendas:
SEGÚN LAS POSIBILIDADES
“Porque yo testifico que según sus posibilidades… dieron” (2 Corintios 8:3).
Dios no espera de nosotros que ofrendemos más de lo que ganamos, más bien Él espera que ofrendemos según nuestras posibilidades. Dios no ha establecido la cantidad exacta de dinero que hay que dar. Más bien, Él ha establecido que las ofrendas deben ser proporcionales –Él tampoco ha establecido en el N. T. qué por ciento dar–: “Que el primer día de la semana, cada uno de vosotros aparte y guarde según haya prosperado, para que cuando yo vaya no se recojan entonces ofrendas” (1 Cor. 16:2).
Eso significa que la ofrenda variará de persona a persona. Pero Dios se agrada tanto del que puede dar mucho como del que puede dar poco.
SACRIFICIALMENTE
“Porque yo testifico que… aun más allá de sus posibilidades, dieron” (2 Corintios 8:3).
Esta acción de las iglesias de Macedonia, producida por la gracia de Dios, es digna de imitar: ellos dieron según sus posibilidades, pero la cantidad que dieron fue considerado como un sacrificio. Para ofrendar de esa manera necesitamos la gracia de Dios. Para ofrendar de esa manera necesitamos fe en Dios y Sus promesas (Pro. 3:9,10; Mar. 12:41-44 ).
COMO SE PROPUSO
“Porque yo testifico que… dieron de su propia voluntad” (2 Corintios 8:3).
Las ofrendas no deben ser dadas de mala gana ni por obligación, tales actitudes no agradan a Dios. Las ofrendas deben ser dadas de nuestra propia voluntad y con alegría: “Que cada uno dé como propuso en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7).
Si estás interesado en conocer más acerca de las ofrendas, te invito a escuchar el sermón «Pobres en extremo, ricos en generosidad«.