“Aleluya” es una palabra que tiene su origen en el idioma hebreo, la cual está compuesta por:
- jalál (en su forma imperativa), que significa hablar elogiosamente, celebrar, aclamar, cantar, alabar, glorificar; y
- Yaj, que es la contracción del nombre del Dios eterno, auto-existente y auto-suficiente, Jehová o Yahweh (Ex. 3:14, 15).
Así que, el significado de “aleluya” es alabad a Jehová.
Desde hace mucho tiempo atrás, “aleluya” se ha utilizado como una gozosa exclamación de adoración. En los Salmos aparece sólo al principio (111; 112), al principio y al final (106; 113; 135; 146; 148; 149; 150), o sólo al final de estos (104; 105; 115; 106; 117; 147). En Apocalipsis se relata una gran multitud en el cielo que dice una y otra vez: “¡Aleluya!” (19:1, 3, 4, 6); debido al juicio y reinado de Dios, y llegada de las bodas del Cordero.
Creo que “aleluya” debería ser nuestra expresión de admiración o formula de adoración favorita (por encima de “wow!” o “¡guau!”), ya que ésta dirige la gloria a quien le pertenece –Jehová–, por quien Él es y por lo que ha hecho.