La vida no es un camino lleno de rosas sin espinas, en donde todo nos es grato y nada nos duele. Y cuando nos convertimos en cristianos, contrario a lo muchos creen y predican, no es cierto que todo mejorará –al menos no aquí y ahora–.
El apóstol Pablo dijo, en 2 Corintios 1:5a, que los sufrimientos de Cristo son nuestros. Es cierto que al convertirnos en cristianos podemos ser librados de ciertos sufrimientos (ej. El sufrimiento de ir a la cárcel por una serie de robos), pero no es menos cierto que al convertirnos otros sufrimientos se añadirán (ej. El odio y persecución del mundo). Y esos sufrimientos no son pocos, sino que son «en abundancia». No, Dios no ha prometido que los cristianos están exonerados de absolutamente todo sufrimiento.
De lo que sí podemos estar seguros es de que tan seguros como son los sufrimientos, así de seguro es el consuelo por medio de Cristo: “Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo” (2 Co. 1:5). Dios nos consuela por medio de Jesucristo en todos los sufrimientos que experimentamos por Su causa. Y nótese que el versículo dice que el consuelo también «abunda». Nuestros sufrimientos nunca serán mayores que el consuelo que viene de Él; el consuelo que Dios dispensa nunca se quedará corto ante nuestros sufrimientos. El consuelo es proporcional a los sufrimientos. Annie Johnson Flint lo expresó de la siguiente manera en la primera estrofa del himno “Su gracia es mayor”:
Su gracia es mayor
si las cargas aumentan;
Su fuerza es mayor
si a prueba es más cruel;
Si es grande la lucha
mayor es su gracia,
Si más son las penas,
mayor es su paz.
Amén, así es. Gran consuelo. Muchas Gracias Misael.
Gracias a ti Alesha por leer y comentar. ¡Que la gracia del Señor sea contigo!
Amén