Dios no conoce distanciamiento social.

Dios siempre está con y a favor de los Suyos y debido a eso nosotros debemos y podemos vivir sin amor al dinero, contentos con lo que ya tenemos, y sin temor a los hombres.

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PSC16: La iglesia prevalecerá.

JOHN MACARTHUR: SOLI DEO GLORIA

ALBERT MOHLER: LAS AMENAZAS A LO LARGO DE LA HISTORIA

MARK DEVER: RESPONDIENDO A TIEMPOS DIFÍCILES

Puede ver todas las sesiones de esta conferencia aquí: https://www.youtube.com/playlist?list=PLMvvgc4F6CvXi_ebbZzPaYxBbAhpDSTPW

Consuelo proporcional a los sufrimientos.

La vida no es un camino lleno de rosas sin espinas, en donde todo nos es grato y nada nos duele. Y cuando nos convertimos en cristianos, contrario a lo muchos creen y predican, no es cierto que todo mejorará –al menos no aquí y ahora–.

El apóstol Pablo dijo, en 2 Corintios 1:5a, que los sufrimientos de Cristo son nuestros. Es cierto que al convertirnos en cristianos podemos ser librados de ciertos sufrimientos (ej. El sufrimiento de ir a la cárcel por una serie de robos), pero no es menos cierto que al convertirnos otros sufrimientos se añadirán (ej. El odio y persecución del mundo). Y esos sufrimientos no son pocos, sino que son «en abundancia». No, Dios no ha prometido que los cristianos están exonerados de absolutamente todo sufrimiento.

De lo que sí podemos estar seguros es de que tan seguros como son los sufrimientos, así de seguro es el consuelo por medio de Cristo: “Porque así como los sufrimientos de Cristo son nuestros en abundancia, así también abunda nuestro consuelo por medio de Cristo” (2 Co. 1:5). Dios nos consuela por medio de Jesucristo en todos los sufrimientos que experimentamos por Su causa. Y nótese que el versículo dice que el consuelo también «abunda». Nuestros sufrimientos nunca serán mayores que el consuelo que viene de Él; el consuelo que Dios dispensa nunca se quedará corto ante nuestros sufrimientos. El consuelo es proporcional a los sufrimientos. Annie Johnson Flint lo expresó de la siguiente manera en la primera estrofa del himno “Su gracia es mayor”:

Su gracia es mayor
si las cargas aumentan;
Su fuerza es mayor
si a prueba es más cruel;
Si es grande la lucha
mayor es su gracia,
Si más son las penas,
mayor es su paz.

La no-persecución: una cosa extraña.

Última oración de mártires cristianosEl apóstol Pablo (inspirado por Dios) aseguró que «todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús, serán perseguidos» (2 Timoteo 3:12). Eso porque no somos como el mundo y porque nuestro mismo Señor, a quien servimos, fue perseguido por el mundo (Jn. 15:19, 20). Por eso el apóstol Pedro escribió a los cristianos lo siguiente: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que en medio de vosotros ha venido para probaros, como si alguna cosa extraña os estuviera aconteciendo” (1 Pe. 4:12). El fuego de la prueba –la persecución inclusive– no debe ser visto por el cristiano como algo extraño, raro, poco común; no debe ser visto como algo sorprendente porque no se esperaba. Más bien, la no-persecución es lo que debe ser visto como algo extraño.

Escribo este artículo porque aunque la iglesia en occidente (especialmente en muchos países de América) ha considerado por muchos años la persecución como una cosa extraña, esto parece que está por terminar. Especialmente después de la legalización en muchos países de pecados como el aborto y la homosexualidad. Si en la voluntad de Dios la persecución llega hoy a ti, la respuesta apropiada no es entrar en pánico, sino:

  • Alegrarte en que como compartes los sufrimientos temporales de Jesucristo, así también compartirás la revelación de Su gloria eterna (1 Pe. 4:13).
  • Saber que perseverar en medio de la persecución es evidencia de que eres realmente salvo (v. 14), a diferencia de aquellos que ceden.
  • Asegurarte de que eres perseguido no por algún pecado cometido, sino por tu fidelidad a Jesucristo (vv. 15, 16).
  • Encomendar la seguridad de tu alma a Dios y continuar haciendo el bien o, dicho de otra manera, siendo fiel a Jesucristo (v. 19).
  • Echar toda ansiedad, por medio de la oración, sobre Dios, quien cuida de los Suyos (1 Pe. 5:6, 7).
  • Estar preparados para presentar razón de nuestra fe, con mansedumbre y reverencia (1 Pe. 3:15).
  • Bendecir en vez de devolver mal por mal (v. 9).
  • Ser santo, siendo diferente al mundo y similar a Dios (1 P. 1:6).
  • Descansar en el poder del Dios que te preservará (v. 5). Esto es muy útil especialmente cuando sentimos que no perseveraremos en nuestras propias fuerzas.
  • Saber que tienes «una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos» (v. 4).