La profecía de Isaías 9:6 fue proclamada en un contexto marcado por la “tribulación y tinieblas”, “angustia” y “oscuridad” debido al pecado. Sin embargo, este anuncio profético declara que no todo estaba perdido. Dios prometía reemplazar la penumbra con gloria, y hacer resplandecer luz en medio de la oscuridad. La alegría sería multiplicada y la esclavitud daría paso a la libertad.
En Isaías 9:6 se nos revela la causa de esta esperanza:
“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado; y el principado sobre Su hombro. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz”.
¿En quién se cumple finalmente esta profecía? En la persona de Jesucristo. En Mateo 4, el evangelista —inspirado por el Espíritu Santo— afirma que en Jesús se cumplió lo anunciado por el profeta Isaías (vv. 15–16; cf. Is. 9:1–2).
Así, la profecía de Isaías 9:6 fue relevante en los días del profeta, se cumplió en el ministerio terrenal de Jesús y sigue siendo plenamente vigente hoy. Aunque el pecado y sus consecuencias continúan presentes en el mundo, Cristo vive, reina y sigue obrando, trayendo luz, paz y esperanza.
DIOS FUERTE
Aunque nacería como un niño, no dejaría de ser Dios. “Abraham y sus descendientes retomaron el nombre de El en su sentido originario, desvinculado de connotaciones paganas, para designar a Dios. En Israel, este nombre asume un carácter más particular, viniendo a ser el nombre propio del Dios único e incomparable. Es así que se acompaña siempre con un adjetivo que destaca un aspecto, una virtud del mismo Dios” (Nuevo diccionario bíblico ilustrado).
Él no sería un dios al mismo nivel que los dioses paganos, sino el Dios fuerte. Él es el mismo Dios del cual se habla en Isaías 10:21 que dice: “Un remanente volverá; un remanente de Jacob volverá al Dios poderoso”. Y según Deuteronomio 10:17 ese “Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible que no hace acepción de personas ni acepta soborno”.
Al hablar de Jesús como Dios fuerte, vienen a mi mente dos escenas cinematográficas en las que personajes que se creían “dioses” terminan siendo humillados.
La primera es una de las escenas más icónicas de Los Vengadores (2012): Loki presume ser un dios y amenaza a Hulk, pero de repente éste lo toma por los pies y lo azota repetidas veces contra el suelo como si fuera un muñeco. Luego, con Loki tendido y derrotado, Hulk se aleja diciendo: “debilucho” (o “dios endeble”).
La segunda escena proviene de una película más reciente, Superman (2025): Lex Luthor se encuentra frente a Superman y, con tono arrogante, le asegura que tiene la autoridad para matarlo cuando quiera, hoy o mañana. De pronto, Kripto irrumpe rompiendo una ventana, se lanza sobre Lex, lo muerde y lo arrastra por el suelo, humillándolo delante de todos sus secuaces.
Loki y Lex no son los únicos que se creen dioses. Esto también ocurre en la vida real. Tú y yo nos creemos Dios cuando buscamos nuestra propia gloria. Nos creemos Dios cuando vivimos sin Dios en nuestros pensamientos. Nos creemos Dios cuando insistimos en hacer nuestra voluntad y no vivir en obediencia a Su Palabra. Y muchas veces, es precisamente a través de situaciones difíciles que somos sacudidos y confrontados con la verdad: no somos Dios.
Jesús no es como Loki, ni como Lex —ni como tú y yo—. Jesús es Dios. Y Él es el Dios fuerte. Jesús mismo afirmó: “Nadie puede quitarme la vida, sino que yo la entrego voluntariamente en sacrificio” (Juan 10:18a, NTV). Y su poder es tal que no sólo entregó su vida, sino que la volvió a tomar: “Pues tengo la autoridad para entregarla cuando quiera y también para volver a tomarla” (Juan 10:18b, NTV).
UN REGALO PARA TI
Jesús como Dios fuerte es el regalo del Padre para ti y para mí. Esto se hace evidente en el lenguaje mismo de la profecía: “Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado” (énfasis añadido). Y hoy, 25 de diciembre, recordamos y celebramos que ese regalo ya nos fue entregado el regalo más grande de todos.
Nuestra respuesta debe ser: soltar el pecado al que nos aferramos —eso es arrepentimiento— y agarra a Jesús —eso es fe— para disfrutar plenamente de este regalo.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él merece toda tu adoración.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él merece tu obediencia sin reservas.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él rompe las cadenas del pecado que te esclavizan.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él te capacita para vivir la vida que Él espera de ti.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él puede quitar la situación difícil que enfrentas o darte la fortaleza para atravesarla.
¡Jesús es Dios fuerte!
Él volverá en gloria para erradicar definitivamente el pecado, la maldad y la injusticia.
¡Feliz navidad!