1 Corintios fue una carta escrita por el apóstol Pablo para la iglesia de Dios que estaba en Corinto. Uno de los pecados que había en esta iglesia era la división y por eso Pablo (con la autoridad de Jesucristo) les pidió que todos se pongan de acuerdo, que estén unidos.
El apóstol dijo que ninguno de ellos podía decir ser del “partido” de Pablo ya que él no había bautizado a ninguno de ellos –con excepción de dos miembros de esta iglesia–. El trabajo de Pablo –encomendado por Cristo– no era bautizar, sino predicar el evangelio. Y en la última parte de 1 Corintios 1:21 el apóstol dijo lo siguiente:
“agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (RVR1960).
LA LOCURA DE LA PREDICACIÓN
Antes de continuar, quiero decir dos cosas acerca de “la locura de la predicación”. Primero, se dice “locura” irónicamente hablando. Claramente Pablo no pensó que la predicación es locura, pero los pecadores de este mundo que se pierden sí piensan que ésta es una locura.
Segundo, esta predicación no es emocionalista; tampoco es una predicación de “Los 7 pasos para aumentar tu autoestima”. La predicación a la que Pablo hizo referencia es “el evangelio” (v. 17), “la palabra de la cruz” (v. 18), “Cristo crucificado” (v. 23).
Y nótese que la predicación del evangelio de Jesucristo es el medio externo que Dios escogió para salvar a los pecadores que creen.
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