Ya llegó el año nuevo –¡felicidades!–, y es común que en el inicio del año las personas hagan resoluciones1 que pretenden llevar a cabo. Sin embargo, es también común y lamentable, que tales resoluciones sean abandonadas más o menos a mitad de año. ¿Por qué? Porque nuestra fuerza es poca y nuestras resoluciones aparte de la gracia [que perdona y que capacita] en Jesucristo están destinadas al fracaso. Eso no es pesimismo, es una realidad. Charles Spurgeon acertadamente dijo: “¿Qué es la palabra del hombre? Una vasija de barro que se rompe con un pequeño golpe. ¿Qué es tu resolución? Un capullo que, con el cuidado de Dios, puede convertirse en fruto, pero que, dejada a sí misma, caerá en el suelo con el primer viento que mueva la rama”.
Consideremos a Pedro como ejemplo. Horas antes a la crucifixión de Jesucristo, Éste le dijo a Sus discípulos: “Esta noche todos vosotros os apartaréis [o, escandalizaréis, o, caeréis] por causa de mí, pues escrito está: “HERIRE AL PASTOR, Y LAS OVEJAS DEL REBAÑO SE DISPERSARAN”” (Mt. 26:31). A lo que Pedro respondió con la siguiente resolución: “Aunque todos se aparten por causa de ti, yo nunca me apartaré” (v. 33). Desde ya podemos notar cierto aire de superioridad en las palabras de Pedro. Más adelante leemos que a pesar de que el mismo Jesús le dijo: “En verdad te digo que… me negarás” (v. 34); Pedro insiste: “jamás te negaré” (v. 35). En esas palabras de Pedro no encontramos un: “Señor, que tal cosa no me acontezca”; ni ningún acogerse a la gracia de Dios.
Eso es una resolución aparte de la gracia Jesucristo; una resolución en la que no se reconoce la dependencia a la gracia divina, más bien se confía en la fuerza propia. El resultado ineludible de tales resoluciones es el fracaso. Y Pedro aprendió eso por experiencia: “todos los discípulos le abandonaron y huyeron… Pero él [Pedro] lo [a Jesús] negó delante de todos ellos, diciendo: No sé de qué hablas… Y otra vez él lo negó con juramento: ¡Yo no conozco a ese hombre!… Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a ese hombre! Y al instante un gallo cantó” (Mt. 26:56, 70, 72, 74).
Mi propósito con este artículo no es que se dejen de hacer todo tipo de resoluciones; sino que cuando se hagan, sean hechas en dependencia de la gracia de Jesucristo. ¿Qué si no has cumplido tus pasadas resoluciones? Confiesa tu pecado, dale la espalda y ve al Señor, pidiéndole confiadamente que perdone tu pecado y serás perdonado tal como Pedro lo fue (Mr. 16:7).
1 En este artículo hablo de las resoluciones dentro de nuestra relación con Dios; resoluciones de comenzar a hacer cosas que a Dios le agradan y resoluciones de dejar de hacer cosas que a Dios le desagradan.
AMEN! Zacarías 4:6; Bendiciones!