Recuerdo a uno de mis profesores en la universidad, a pocos días antes de entrar la Semana Santa, decirnos: “Ya saben. La Semana Santa es un tiempo de meditación…”; pero rápidamente sus palabras fueron interrumpidas por risas –tanto de él mismo como de los estudiantes–. Eso fue un indicador de que hoy en día nadie, o muy pocos, meditan durante la Semana Santa y mucho menos durante el resto del año. La falta de meditación no es algo sólo de los no cristianos, sino también de muchos que profesan ser cristianos. Y esto no debería ser así.
¿QUÉ ES LA MEDITACIÓN?
La meditación a la cual me refiero en este artículo es dirigir el pensamiento a, reflexionar con atención y detenimiento, constantemente, sobre el Dios verdadero (Sal. 63:6), Su gloria (Sal. 145:5) y Sus obras (Sal. 77:12; 143:5) tal como Él ha revelado en Su Palabra (Sal. 119:97).
Jean Fleming ilustra lo que es la meditación con las siguientes palabras: “necesitamos masticar las palabras [de la Escritura], revolverlas en nuestras bocas, y sorber la dulzura de ellas. Este es el proceso de meditación. La meditación viene de la idea de ‘revolver en la mente’ o ‘rumiar’. Rumiar trae a la mente una vaca… La vaca come, traga, y más tarde regurgita y mastica otra vez en un ciclo continuo” (Feeding your soul, p. 78).
LA IMPORTANCIA DE LA MEDITACIÓN
En Filipenses 4:8 se nos dice: “Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto meditad”. No hay mejor manera de obedecer este mandamiento que meditando sobre el Dios verdadero, Su gloria y Sus obras tal como Él ha revelado en Su Palabra.
Santiago 1:25 dice: “Pero el que mira atentamente a la ley perfecta, la ley de la libertad, y permanece en ella, no habiéndose vuelto un oidor olvidadizo sino un hacedor eficaz, éste será bienaventurado en lo que hace”. ¿Cuántas veces hemos cerrado la Biblia, después de leer un pasaje en ésta, y pocos minutos después descubrimos que no podemos recordar nada de lo que leímos? ¿Por qué pasa esto? En muchos de los casos, por falta de meditación. La meditación nos guarda de convertirnos en “oidores olvidadizos” que consecuentemente se convierten en “no-hacedores de la Palabra” (véase el siguiente párrafo).
Dios dijo en Josué 1:8: “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él día y noche, para que cuides de hacer todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino y tendrás éxito”. Según Dios, el propósito de meditar constantemente en el libro de la ley era que Josué (y nosotros) hiciera todo lo que en este libro estaba escrito. La meditación precede a la obediencia a Dios. Es imposible obedecer lo que no conocemos o lo que hemos olvidado.
En el Salmo 1:1-3 leemos lo siguiente: “¡Cuán bienaventurado es el hombre… que en la ley del Señor está su deleite, y en su ley medita de día y de noche! Será como árbol firmemente plantado junto a corrientes de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no se marchita; en todo lo que hace, prospera”. Ese pasaje bíblico contiene una maravillosa verdad (que también encontramos en Santiago 1:25 y Josué 1:8) y es que la meditación, que lleva a obedecer a Dios, precede a la bienaventuranza, precede al éxito y a la prosperidad que es según Dios –principalmente espiritual–.
LEE MENOS, RECUERDA MÁS
He aquí un sabio consejo de Donald Whitney para aquellos que afirman no tener tiempo para meditar: “Si tú, por ejemplo, pasas diez minutos leyendo la Biblia, de ahora en adelante, no pases todo tu tiempo leyendo. Empezando mañana, lee por cinco minutos y medita por cinco minutos. Es mucho mejor leer menos, pero recordar más, que leer por diez minutos y no recordar nada. Es mucho mejor cerrar tu Biblia sabiendo que tienes algo de la Palabra de Dios contigo para “meditar en ella día y noche” (Josué 1:8) que descubrir que ya has olvidado todo lo que leíste”.
EXHORTACIÓN FINAL
Termino con las palabra de Thomas Watson: “La razón por la cual nos marchamos tan fríos después de leer la Palabra es porque no nos calentamos ante el fuego de la meditación”. Y en otro lugar él dijo: “Medita hasta que halles a tu corazón calentarse en este deber. Cuando un hombre está frio, preguntas, ¿cuánto tiempo él debería permanecer junto al fuego? Ciertamente, hasta que él esté bien caliente y listo para su trabajo. Así, Cristiano, tu corazón está frío… ahora permanece junto al fuego de la meditación hasta que halles tus afectos calientes, y a ti mismo listo para el servicio espiritual. David meditó hasta que su corazón se calentó dentro de él. Concluiré esto con ese excelente dicho de Bernard: “Señor, nunca me marcharé de ti sin ti”. Sea ésta una resolución del cristiano, no dejar su meditación sobre Dios hasta que él encuentre algo de Dios en él; algún movimiento de las entrañas por Dios; algunas llamas de amor”.
Puedes descargar gratuitamente algunos métodos de meditación en la Escritura aquí.
Amen.