“Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida” (Salmos 23:6a).
Nótese la seguridad del salmista: él dice “ciertamente”, y no “probablemente”. ¿Por qué él está tan seguro de lo que va a decir? Porque el Señor es su pastor (v. 1). La misma seguridad podemos tener nosotros como cristianos ya que el Señor es nuestro pastor.
El “bien” se refiere a la bendición, la bondad, el beneficio. La “misericordia” se refiere a el amor entrañable de Dios, Su firmeza en hacer el bien, Su amor constante. ¿Qué pasarán con éstas? No huirán de nosotros y nosotros tendremos que perseguirlas; más bien, éstas nos seguirán. Eso es gracia, ya que como pecadores merecemos que la ira de Dios nos siga.
Pero, si subiéramos a lo más alto, allí el bien y la misericordia de Dios nos seguirán. Si bajáramos a lo más profundo, allí el bien y la misericordia de Dios nos seguirán. Si vamos al lugar más lejano, allí el bien y la misericordia de Dios nos seguirán. ¿Por cuánto tiempo será eso? ¿Sólo por el 2017? ¡Por toda nuestra vida! Nadie más puede darnos una garantía de por vida sin que paguemos por ello. Descansemos en esta promesa.
Eso no significa que nunca tendremos problemas (véase Salmos 23:4). Pero sí significa que aun las cosas malas obrarán para nuestro bien y que Dios seguirá bendiciéndonos mucho más de lo que merecemos. Se le atribuye a Jonathan Edwards lo siguiente:
“Las cosas malas que nos pasan resultan para nuestro bien. Las cosas buenas que recibimos no pueden ser arrebatadas. Y las mejores cosas están aún por venir”.
Wou me persiguen !!! Amor inefable , glorioso e incomparable de Dios hacia pecadores que merecen que su amor huya de nosotros .