Una vez escuché la historia de un hombre que sembraba maíz y vio en el cielo que las nubes formaban “SSM”. Este hombre, entonces, fue apresuradamente a donde un ministro diciéndole que Dios lo estaba llamando al ministerio pastoral. “¿Cómo lo sabes?” –preguntó el ministro–. A lo que aquel hombre respondió diciendo que “SSM” eran las iniciales de “Su Santo Ministerio”. El ministro lo vio y le dijo que no, que “SSM” eran las iniciales de “Sigue Sembrando Maíz”.
El llamamiento pastoral no viene por una señal en el cielo ni por la voz audible de Dios. Eso hace que la pregunta del ministro de la historia sea pertinente: ¿cómo puede un hombre cristiano saber si Dios lo está llamando a ser un pastor?
EL DESEO
Aquel a quien Dios llama al pastorado desea ser un pastor. Este es un deseo que Dios mismo ha puesto en el corazón de este hombre. Es su deseo, su anhelo, su gozo, su pasión, glorificar a Dios a través de la edificación de la iglesia y la conversión de los incrédulos.
En 1 Timoteo 3:1 Pablo aprueba el deseo de algunos por el ministerio pastoral: “Palabra fiel es ésta: Si alguno aspira al cargo de obispo, buena obra desea hacer”. Y en 1 Pedro 5:2 Pedro dice que el pastorado debe ejercerse voluntariamente, con deseo sincero: “pastoread el rebaño de Dios entre vosotros, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero, sino con sincero deseo”. Eso fue lo que llevó a Spurgeon a decirle a sus estudiantes: “no entres al ministerio si puedes evitarlo [estar contento realizando cualquier otra profesión]”.
¿Deseas ser pastor?
EL CARÁCTER
El llamamiento al ministerio no sólo tiene un componente subjetivo (“si alguno aspira al cargo”), sino también un componente objetivo. Por eso, inmediatamente después de Pablo aprobar el deseo de algunos por el ministerio pastoral, él dice que un pastor “debe ser”; entonces pasa a dar una lista de requisitos que deben tener todos aquellos que aspiran al pastorado.
1 Timoteo 3:1-7 y Tito 1:6-9 son dos pasajes en donde podemos encontrar esos requisitos. Al verlos, notemos, en primer lugar, que el enfoque está más en el carácter (lo que se es) que en el talento (lo que se tiene); en segundo lugar, recordemos que, como dice Brian Borgman, “la perfección no es el estándar, pero de todas formas hay un estándar”; en tercer lugar, estos requisitos deben ser confirmados por la iglesia y por otros ministros.
Aquel que aspira al ministerio debe ser: irreprochable, marido de una sola mujer, disciplinado, no dado a la bebida, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, no violento, amable, no contencioso, no avaro, un buen gobernador o administrador, no recién convertido, de buena reputación entre los de afuera, amante de lo bueno, recto, santo.
¿Ha sido tu carácter moldeado para el ministerio pastoral? ¿Puede la iglesia confirmarlo?
LA OPORTUNIDAD
Dios no sólo pone el deseo en el corazón, ni sólo moldea el carácter de aquel que Él está llamando al ministerio; Dios también abre providencialmente la puerta para que el hombre entre en el ministerio pastoral.
En Gálatas 1 Pablo dice: “Dios… me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia… para que yo le anunciara entre los gentiles” (vv. 15, 16). Más adelante, él dice que no fue hasta después de tres años que él subió a Jerusalén (v. 18). El ejemplo de Hechos 14:23 nos enseña que después de haberse orado, el pastor está supuesto a ser designado a una iglesia local. En otras palabras, el ministerio pastoral no se ejerce en lo abstracto, sino en una iglesia en específico.
John Newton dijo: “Si es la voluntad del Señor traerte a su ministerio, Él ha determinado de antemano tu lugar y tu servicio; y aunque los desconozcas en la actualidad, lo sabrás en el momento indicado”.
¿Ha Dios abierto la puerta en alguna iglesia local para que tú entres al ministerio pastoral?
Buena lectura