Hemos estado hablando de vencer el pecado no entrando en la tentación, sino huyendo de ésta. Y una de las maneras en las cuales podemos hacer eso es considerando la seriedad del pecado para así no ceder a la tentación. Ahora, ¿qué podemos decir a aquellos que ya han sido vencidos por el pecado?
HAY PERDÓN PARA TU PECADO
Cuando David confesó su pecado, Dios también perdonó su pecado: “Entonces David dijo a Natán: He pecado contra el Señor. Y Natán dijo a David: El Señor ha quitado tu pecado; no morirás” (v. 13).
Debemos cuidarnos de leer la confesión de David y pensar que ésta fue superficial –porque no lo fue–. Recordemos que David había sentido, hasta cierto punto, el furor que Dios siente por el pecado (“se encendió la ira de David en gran manera”, v. 5) y él había reconocido que el pecador es digno de muerte (“el hombre que hizo esto merece morir”, v. 5). Pero también debemos cuidarnos de pensar que el perdón de Dios fue barato para Él. Romanos 3:25 dice: “a quien Dios exhibió públicamente como propiciación por su sangre a través de la fe, como demostración de su justicia, porque en su tolerancia, Dios pasó por alto los pecados cometidos anteriormente”. El perdón para David, y para todos los pecadores que confiesan sus pecados, fue al costo de la muerte de Jesucristo en la cruz.
Sí, el pecado es algo serio. Pero Dios perdona pecados serios.
TODAVÍA HAY ESPERANZA
Después de haber pecado y al experimentar las consecuencias negativas de nuestros pecados, podemos pensar que hemos agotado la gracia de Dios y que hemos arruinado irreversiblemente nuestra vida. Pero el ejemplo de David nos recuerda que no es así.
Entre las promesas que Dios le había hecho a David en 1 Crónicas 17 está la siguiente: “Y sucederá que cuando se cumplan tus días para que vayas a estar con tus padres, levantaré a uno de tus descendientes después de ti, que será de tus hijos; y estableceré su reino” (v. 11). Ahora, con la muerte de su hijo debido al pecado de David no sería extraño que él pensara que había agotado la gracia de Dios y que había arruinado su futuro. Pero 2 Samuel 12:24 dice: “Y David consoló a Betsabé su mujer, y vino a ella y se acostó con ella; y ella dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Salomón. Y el Señor lo amó”.
En medio de la disciplina de Dios para David, Dios lo trató con gracia al darle otro hijo. Y no cualquier hijo, sino un hijo que sería el próximo y más sabio rey de Israel; un hijo a quien Dios amó y de quien vendría Jesucristo. Y en este último, Jesucristo, el trono de David seria establecido para siempre.
La promesa de Dios en 1 Crónicas 17:11 se cumplió en Salomón –y no en el hijo que murió– a corto plazo y en Jesucristo a largo plazo. De este último se dijo en Lucas 1:32 y 33 lo siguiente: “Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor Dios le dará el trono de su padre David; y reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”.
¿Te das cuenta? La gracia de Dios tampoco se ha agotado para ti y Sus buenos planes para ti tampoco han sido arruinados.
1ra parte; 2da parte; 3ra parte