El profeta Habacuc fue llamado por Jerónimo como “Luchador”, porque luchó con Dios. Pero la lucha que este profeta sostuvo no fue la misma lucha que Jacob tuvo con Dios. Lutero nos explicó la lucha de Habacuc cuando dijo que “en su libro vemos a un hombre en lucha intensa, tratando de penetrar en el obsesionante problema de la justicia divina”.
Como un verdadero siervo de Dios, el pecado de Judá era algo que molestaba a este profeta. Habacuc clamó a Dios. Pero él no se esperaba que Dios respondiera a esa situación de la manera que lo hizo: Dios usaría a los caldeos (Babilonia), un pueblo “feroz e impetuoso”, para castigar a Judá por su pecado.
Y es en este contexto que Habacuc dijo lo siguiente:
“Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal, y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente, y guardas silencio cuando el impío devora al que es más justo que él?” (1:13).
DIOS ES PURO
El profeta Habacuc comenzó afirmando como verdadero algo acerca de Dios: “Muy limpios son Tus ojos para mirar el mal”. Nótese que las palabras del profeta no fueron que Dios no peca, aunque obviamente eso estaba implicado. Las palabras del profeta tampoco fueron que Dios no es partícipe del pecado de los hombres, aunque esto también estaba implicado.
Las palabras del profeta fueron mucho más allá de las dos declaraciones anteriores: Dios es muy puro, santo en un nivel superlativo. ¿Has escuchado la expresión “hacerse de la vista gorda”? Se usa de alguien que finge no haber visto una injusticia para no corregirla o denunciarla. Dios no puede hacerse de la vista gorda; Su naturaleza no le permite mirar al pecado y fingir que nada malo está pasando.
Hay personas que al ver el mal se entristecen o se enojan. Dios no solamente se entristece y se enoja, Su pureza lo mueve a hacer algo en contra del mal. Esa es una verdad que debemos recordarnos a nosotros mismos cuando el mal esta frente a nosotros.
¿ES DIOS PURO?
Inmediatamente después de la afirmación de la pureza de Dios, el profeta hizo la siguiente pregunta: “¿Por qué miras con agrado a los que proceden pérfidamente, y guardas silencio cuando el impío devora al que es más justo que él?”. Aquí se nota la lucha del Habacuc que mencioné al principio.
El profeta dijo que Dios es puro, pero al mismo tiempo le pareció que Dios no estaba haciendo nada contra el pecado de los hombres. Específicamente, Habacuc le estaba preguntando a Dios por qué Él no hacía nada contra Babilonia que era más pecadora que Judá. Y aquí hay un conflicto entre la fe y la vista; entre lo que el profeta sabe como verdadero acerca de Dios y lo que él ve que está pasando a su alrededor. Ese conflicto entre la fe y la vista ha sido experimentado por otros hombres de Dios.
Y sigue siendo experimentado por nosotros hoy en día en ocasiones. Cuando vemos todo el mal en este mundo, tal vez preguntemos: ¿Por qué miras con agrado a los pecadores? O cuando otros pecan contra nosotros, tal vez preguntemos: ¿Por qué guardas silencio ante el impío?
Así que, la pregunta de Habacuc nos enseña que aunque Dios es demasiado puro como para ver el mal y no hacer nada, en ocasiones puede parecernos que Él no hace nada contra el pecado.
¡SÍ, ÉL ES PURO!
Ahora, el hecho de que en ocasiones nos parezca que Dios no hace nada contra el pecado no significa que sea así. Es decir, la pregunta que hizo Habacuc no invalidó la afirmación del profeta de que Dios era –y sigue siendo– muy puro. Y eso se confirma en el mismo libro de Habacuc.
En el capítulo 2 de este libro, Dios le dijo al profeta que El también castigaría a los caldeos por su pecado; ellos no actuaron pensando en servir a Dios, sino en poner a Judá debajo de sus pies: “Porque tú has despojado a muchas naciones, todos los demás pueblos te despojarán a ti, por la sangre humana y la violencia hecha a la tierra, al pueblo y a todos sus habitantes” (2:8).
Dios le aseguró a Habacuc que “aunque tarde, espérala; porque ciertamente vendrá” (2:3). En el 539 a. C., Babilonia cayó ante el reinado de los medos y los persas, encabezado por Ciro.
Así que, cuando parezca que Dios no actúa contra el mal, no pierdas la fe. Dios sigue siendo puro y Dios sí actúa contra el mal. Se acerca el día en el cual la pureza y la justicia de Dios serán tan evidentes que nadie dudará de ellas. Y sólo aquellos que se han arrepentido y han puesto su fe en Jesucristo –quien sufrió el castigo de los pecadores– podrán contemplar a ese Dios con gozo y no con terror.