La Biblia nos dice que «Dios es espíritu» (Jn. 4:24). Ésta nos llama a poner la vista en las cosas «que no se ven. Porque las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas» (2 Co. 4:8). Y también declara que Dios «nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo» (Ef. 1:3). Entre esas bendiciones están: la elección, la adopción como hijos, el perdón de pecados, etc.
Los cristianos no tenemos ningún problema en ver a Dios en la esfera espiritual o, en otras palabras, saber que Él gobierna en la esfera espiritual. Pero algunos creen que ese es el único ámbito en el que Dios opera. Creer eso es pensar que Dios no tiene jurisdicción para obrar en lo mundano (no en el sentido de lo pecaminoso, sino en el sentido de lo material y perteneciente a esta tierra); o como dijo un amigo: “Dios no se mete en eso, Él está ocupado con asuntos más importantes”.
Pero 2 Reyes 4 nos recuerda a todos que Dios, el Dios de la Biblia, sí obra en lo mundano.
PAGANDO DEUDAS
En los primeros 7 versículos de 2 Reyes 4 nos encontramos con el profeta Eliseo. Un profeta era alguien que Dios había escogido y capacitado para hablar la Palabra de Dios al pueblo. Un profeta representaba a Dios delante del pueblo.
Una mujer viene a Eliseo con un problema: su marido había muerto y la había dejado tanto a ella como a sus dos hijos con una deuda que no podían pagar. Para saldar la deuda, el acreedor estaba a punto de tomar como esclavos a los dos hijos de esta mujer.
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