En 2 Corintios 5 el apóstol Pablo habla de sí mismo como un “embajador de Cristo”. ¿Qué es un embajador? Es un oficial que representa a un gobierno en sus relaciones con el otro. El mensaje de un embajador puede ser una declaración de guerra; como fue el mensaje que los mensajeros de Amasías dieron a Joás (2 Re. 14:8). Pero el mensaje de Pablo no era de guerra, sino un mensaje de paz.
EL EMBAJADOR
Como embajador de Cristo, Pablo buscaba persuadir a los hombres y les rogaba: “¡Reconcíliense con Dios!”. Ese ruego de Pablo implica –al menos– tres cosas:
En primer lugar, el ruego de Pablo implica que el mundo no está en paz con Dios. Si el mundo estuviera en paz con Dios, el ruego de Pablo no tuviera sentido. Dije que el mensaje del apóstol no es una declaración de guerra no porque no exista una guerra. De hecho, ahora mismo, hay una guerra entre la humanidad y Dios.
Los hombres (varones y hembras) se rebelan contra Dios al quitar a Dios del trono de sus corazones, pecan al vivir –en el mundo de Dios– a su propia manera y no a la manera de Dios, traspasan los límites que Dios les ha puesto y van tras aquellas cosas que Él prohíbe. Y Dios, en Su justicia, no puede simplemente ignorar eso; Él está enojado contra los pecadores y los castiga.
En segundo lugar, el ruego de Pablo implica que la guerra puede acabar. Y es en este sentido que dije al principio que Pablo tiene un mensaje de paz. ¿Cuál es el mensaje de paz que Pablo tiene? En palabras del mismo apóstol: “que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con Él mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones” (2 Corintios 5:19). Nótese que Pablo no fue quien tomó la iniciativa de que el hombre y Dios hicieran las paces. Esto es lo asombroso: a pesar de que fue el hombre quién inició la guerra con Dios, Dios es quien tomó la iniciativa para reconciliar al hombre consigo mismo.
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