La propiciación ilustrada.

Jacob y Esaú eran hermanos con una relación “complicada” desde el principio. Aun estando dentro del vientre de su madre Rebeca, ambos luchaban (Gén. 25:22). Y cuando llegó el momento para que Rebeca diera a luz, primero salió Esaú y después salió Jacob agarrado de una mano del talón de su hermano.

Cuando ambos crecieron, Jacob aprovechó que Esaú vino del campo agotado para que éste último le vendiera la primogenitura –o los derechos de ésta–. A lo que Esaú accedió (Gén. 25:33). Después, Jacob se hizo pasar por su hermano para que su padre Isaac le diera la bendición que era para Esaú.

Por esa razón, Esaú odió a su hermano y dijo que mataría a su hermano cuando pasaran los días de luto por la muerte de su padre. Al saber los planes de Esaú, Rebeca hizo que Jacob se fuera de su casa hasta que Esaú se calmara (Gén. 27).

Años más tarde, Esaú –y 400 hombres con él– fue a encontrarse con Jacob. Entonces Jacob, sabiendo que la relación con su hermano no era la mejor, tuvo mucho miedo y se angustió. Jacob tomó de lo que tenía y lo envió con sus siervos a Esaú como un regalo, pensando: “Lo apaciguaré con el presente que va delante de mí. Y después veré su rostro; quizá me acepte” (Génesis 32:20). La historia terminó mejor de lo que Jacob pensaba: Esaú corrió al encuentro de Jacob, lo abrazó y lo besó (Gén. 33:4).

Sigue leyendo La propiciación ilustrada.

El Rey que ruega.

“Por tanto, somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara por medio de nosotros, en nombre de Cristo les rogamos: ¡Reconcíliense con Dios!” (2 Corintios 5:20).

En 2 Corintios 5 se nos presenta a Dios (el ofendido) dando el primer paso en la reconciliación consigo del mundo (los ofensores). Pero eso no es todo, también encontramos a Dios (el Rey ofendido) rogándole al mundo (los traidores ofensores) que se reconcilien con Él. No es meramente llamándole o pidiéndole, es rogándole –llamamiento cerca, personal, un anhelo, un deseo–.

Todos nosotros los cristianos, los que predicamos el evangelio de Jesucristo, dice el versículo que «somos embajadores». Y un embajador representa al rey en el lugar donde está y transmite el mensaje del rey tal como éste lo ha pronunciado. Así que aunque es cierto que este ruego viene por medio de nosotros, no es menos cierto que es Dios por medio de nosotros cada vez que el evangelio es fielmente predicado.

Imagina la siguiente escena conmigo: “¿¡Qué estás haciendo!?”, le dice uno de los oficiales al Rey, “¡Ellos te pertenecen! ¡Tú no los necesitas!”. A lo que el Rey responde: “¿No lo entiendes? Mi gloria no es un accesorio con lo cual yo me visto, sino mi perfecto ser, mi hermoso carácter. Yo soy movido a compasión al ver las multitudes como ovejas dispersas que no tienen pastor (Mat. 9:36). Yo soy el que se lamenta por aquellos que son tercos en sus pecados (Lc. 23:37). Yo soy el que quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1 Ti. 2:4). Yo no tan sólo muestro amor, yo soy el amor mismo (1 Jn. 4:8). Yo no hago esto porque yo los necesite. Yo lo hago porque yo soy así y no tengo razón por la cual excusarme o cambiar”.

Ahora escucha al Rey rogar: “Vengan ahora, y razonemos», dice el Señor, «Aunque sus pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán” (Is. 1:18); “Todos los sedientos, vengan a las aguas; y los que no tengan dinero, vengan, compren y coman. Vengan, compren vino y leche sin dinero y sin costo alguno. ¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia? Escúchenme atentamente, y coman lo que es bueno, y se deleitará su alma en la abundancia” (Is. 55:1, 2); “Vivo Yo… que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Vuélvanse, vuélvanse de sus malos caminos. ¿Por qué han de morir, oh casa de Israel?” (Ez. 33:11).

Sigue leyendo El Rey que ruega.

El regalo de Dios para navidad.

«Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz» (Isaías 9:6. RVR1960).

El embajador y su motivación.

En 2 Corintios 5 el apóstol Pablo habla de sí mismo como un “embajador de Cristo”. ¿Qué es un embajador? Es un oficial que representa a un gobierno en sus relaciones con el otro. El mensaje de un embajador puede ser una declaración de guerra; como fue el mensaje que los mensajeros de Amasías dieron a Joás (2 Re. 14:8). Pero el mensaje de Pablo no era de guerra, sino un mensaje de paz.

EL EMBAJADOR

Como embajador de Cristo, Pablo buscaba persuadir a los hombres y les rogaba: “¡Reconcíliense con Dios!”. Ese ruego de Pablo implica –al menos– tres cosas:

En primer lugar, el ruego de Pablo implica que el mundo no está en paz con Dios. Si el mundo estuviera en paz con Dios, el ruego de Pablo no tuviera sentido. Dije que el mensaje del apóstol no es una declaración de guerra no porque no exista una guerra. De hecho, ahora mismo, hay una guerra entre la humanidad y Dios.

Los hombres (varones y hembras) se rebelan contra Dios al quitar a Dios del trono de sus corazones, pecan al vivir –en el mundo de Dios– a su propia manera y no a la manera de Dios, traspasan los límites que Dios les ha puesto y van tras aquellas cosas que Él prohíbe. Y Dios, en Su justicia, no puede simplemente ignorar eso; Él está enojado contra los pecadores y los castiga.

En segundo lugar, el ruego de Pablo implica que la guerra puede acabar. Y es en este sentido que dije al principio que Pablo tiene un mensaje de paz. ¿Cuál es el mensaje de paz que Pablo tiene? En palabras del mismo apóstol: “que Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo con Él mismo, no tomando en cuenta a los hombres sus transgresiones” (2 Corintios 5:19). Nótese que Pablo no fue quien tomó la iniciativa de que el hombre y Dios hicieran las paces. Esto es lo asombroso: a pesar de que fue el hombre quién inició la guerra con Dios, Dios es quien tomó la iniciativa para reconciliar al hombre consigo mismo.

Sigue leyendo El embajador y su motivación.