Kauflin sobre «¿Qué pasa cuando cantamos?» [II]

EL CANTO PUEDE AYUDARNOS A INVOLUCRARNOS EMOCIONALMENTE CON LAS PALABRAS

En cada cultura y edad, la música es un lenguaje de emoción. Ésta expresa, despierta y habla a nuestros sentimientos. La música es capaz de movernos en sutiles y profundas maneras (anticipadas o no esperadas), con o sin palabras. Mientras David tocaba hábilmente su arpa, el espíritu que atormentaba a Saúl era calmado (1 S. 16:23).

¿Por qué la música nos afecta profundamente? Hay varias razones. A veces estamos simplemente respondiendo a principios musicales que han sido culturalmente aprendidos. La experiencia personal con una canción puede afectar su influencia sobre nosotros. Podríamos asignar valor moral a las canciones, conectándolas con aspectos de nuestra cultura que podemos considerar buenos o malos. Llegamos a la conclusión de que cierto ritmo, volumen, progresión de acordes, instrumento o estilo vocal es malo en sí mismo. Pero a menos que esos aspectos estén detallados en la Escritura, debemos ser cuidadosos en asignarles un valor moral. Otro factor en el efecto de la canción sobre nosotros puede ser cómo una canción es ejecutada o dirigida. Si quien la ejecuta o dirige es inexperto, está fuera de tono o fuera de sincronía, la música puede no movernos o movernos de la manera equivocada. Por otro lado, la habilidad puede hacer que una canción suene mejor de lo que es actualmente. Cualesquiera que sean las razones, la música puede juntarse con las palabras y aumentar su impacto emocional en una manera que nosotros no podemos haber percibido con las palabras por sí solas. Eso tiene varias ventajas:

  1. El canto puede ayudarnos a tomar más tiempo para reflexionar en el significado de las palabras. Se pueden estirar las palabras y frases. Se nos permite repetirlas o poner espacio entre palabras.
  2. La música puede amplificar la emoción de las palabras que estamos cantando, sea celebración gozosa (“Mejor que la vida”), temor reverente (“Santo, Santo, Santo”) o arrepentimiento doloroso (“Cabeza ensangrentada”).

Al hablar acerca del efecto emocional de la música, necesitamos diferenciar entre ser emocionalmente movido y ser espiritualmente iluminado. La música puede mover nuestras emociones, pero ella no puede hablar verdad proposicional. Tú podrías decir que la música tiene una voz, pero no siempre es claro lo que esa voz está diciendo. Una pieza instrumental puede hacernos sentir paz. Pero ésta nunca puede decirnos por sí misma que el señor es nuestro Pastor y que Jesús soportó la ira de Dios en nuestro lugar para que podamos tener paz con Dios para siempre. Sólo las palabras pueden hacer eso.

Necesitamos una amplia gama de emociones en las canciones que cantamos. Necesitamos canciones de reverencia, asombro, arrepentimiento, dolor; como también canciones de gozo, celebración, libertad y confianza.

El canto debe ser un evento emocional. La música está destinada a afectarnos (mover nuestras emociones). Algunos de nosotros tememos emocionarnos mucho cuando cantamos. Pero el problema no son las emociones, sino el emocionalismo. El emocionalismo busca emociones como un fin en sí mimo. Es el deseo de sentir algo sin tener en cuenta cómo esa emoción es producida o cuál es su último propósito. Emocionalismo puede también asumir que emociones exacerbadas son la señal infalible de que Dios está presente. Eso no es cierto. Las emociones que el canto está destinado a evocar son respuestas a las verdades que cantamos acerca de Dios –Su gloria, grandeza y bondad. El canto vibrante nos capacita para conectar a la perfección la verdad acerca de Dios con la pasión; para que podamos combinar doctrina y devoción, edificación y expresión, mente y corazón. Por supuesto, cuando cantamos no siempre seremos movidos en la misma manera o al mismo grado. Podemos cantar profundas verdades teológicas mientras pensamos en lo que vamos a almorzar o cuáles equipos jugarán esta tarde. Incluso habrá momentos cuando cantar estará acompañado por una insensibilidad en nuestras almas. ¿Qué debemos hacer? En vez de apretar nuestros dientes y aceptar esa condición como normal, es mejor pedir fe y misericordia a Dios para sentir lo que es apropiado a la luz de quien es Dios y lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo.

1ra parte; 2da parte; 3ra parte

Publicado por

Misael Susaña

Misael Susaña nació en República Dominicana, fue salvado a la edad de trece años y actualmente es uno de los pastores de Iglesia Fundamento Bíblico. Es también maestro de Inglés. Estudió Teología Sistemática en la Academia de la Gracia (Reformed Baptist Seminary) y ha participado en varios diplomados. Desde el 2008, ha publicado regularmente artículos bíblicos en su blog (gustadaDios.com). Misael, teniendo en mente Salmos 34:8, prefiere describirse a sí mismo como un «Catador de la bondad de Dios y feliz promotor de ésta; para Su gloria y el beneficio [en Él] del creyente».

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s