Debido a la obra perfecta de Jesucristo ya somos salvos del dominio del pecado, es decir, ya no somos esclavos del pecado (Ro. 6:2). Sin embargo, el pecado todavía está presente en nosotros y, aunque sí progresivamente (santificación), no estaremos total y definitivamente libres de éste hasta nuestra glorificación (Ef. 5:27). Y en medio de nuestra lucha contra el pecado remanente nos preguntamos: “¿Por qué Dios no me salva de una vez y por todas del pecado remanente? ¿Realmente llegará el día en el cual seré total y definitivamente libre del pecado?”.
Dios tiene algo importante que decirnos al respecto en Deuteronomio 7:21-23, donde se dice: “No te espantes de ellos, porque el Señor tu Dios está en medio de ti, Dios grande y temible. Y el Señor tu Dios echará estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas rápidamente, no sea que las bestias del campo lleguen a ser demasiado numerosas para ti. Pero el Señor tu Dios las entregará delante de ti, y producirá entre ellas gran confusión hasta que perezcan”. Aunque esas son las palabras que Dios le dijo a la nación de Israel con respecto a las naciones que enfrentarían y a la tierra que poseerían, aquí hay principios que se aplican a nuestra lucha contra el pecado remanente (enemigo del pueblo de Dios hoy).
El versículo 22 comienza diciendo: “el Señor tu Dios echará estas naciones de delante de ti poco a poco; no podrás acabar con ellas rápidamente”. ¿No es esa verdad, hoy con respecto al pecado remanente, confirmada por nuestra experiencia? ¿No es cierto que aunque Dios está echando fuera el pecado remanente, lo está haciendo poco a poco? ¿No es cierto que no podemos acabar con el pecado rápidamente?1 Ahora, en la última parte del versículo 22 se dice que Dios tenía un propósito al Él echar las naciones poco a poco: “no sea que las bestias del campo lleguen a ser demasiado numerosas para ti”. Aunque Dios no nos ha dicho explícitamente Su propósito al echar el pecado remanente de nosotros poco a poco2, el sabio Dios tiene un propósito en esto, y ese propósito es bueno para nosotros y traerá gloria a Su nombre. Charles Spurgeon sugirió: “para que podamos aprender perseverancia, para que podamos crecer en fe, para que podamos velar con esmero, y para que podamos evitar la seguridad carnal”, entonces Spurgeon nos invitó, “agradezcamos a Dios por los pequeños triunfos, y oremos por más”.
Ahora, no es menos cierto que como dice el pasaje bíblico que estamos considerando: “el Señor tu Dios echará estas naciones de delante de ti” (v. 22); y se confirma: “el Señor tu Dios las entregará delante de ti… hasta que perezcan” (v. 23). Poco a poco, pero sin duda esas naciones serían echadas de delante de Israel. De la misma manera, aunque Dios está echando fueran el pecado remanente poco a poco, aunque no podemos acabar con éste rápidamente, ciertamente seremos salvados total y definitivamente del pecado remanente (véase Filipenses 1:6). Dios mismo se asegurará de eso (“el Señor tu Dios las entregará delante de ti”, v. 23), Él obrará en nosotros (“harás perecer sus nombres de debajo del cielo”, v. 24). ¡El triunfo final está asegurado!
Todo esto nos anima a esforzarnos [en dependencia de Dios] en nuestra lucha contra el pecado remanente y a no desmayar cuando somos derribados por él. Sí, el pecado contra el que luchamos es fuerte, pero el Dios que está con, por y en nosotros es mucho más fuerte. Él tiene un buen propósito al obrar poco a poco, y sin duda echará total y definitivamente a nuestro enemigo (el pecado remanente) de nosotros.
1 Paul Tripp dice: “el hecho es que la obra transformadora de la gracia es más un proceso rutinario que una serie de eventos dramáticos. Un cambio de vida y corazón es siempre un proceso… el carácter de una vida no se establece en dos o tres momentos dramáticos, sino en 10,000 pequeños momentos”.
2 No es que Dios no tenga el poder para hacerlo de una vez y por todas ni es que a Él le agrade ver pecado en nosotros.