Un atleta que corre en una carrera no puede darse el lujo de mirar hacia atrás. Aun cuando está cerca de la meta él no mira hacia atrás, sino que extiende su cuerpo hacia la meta. Mirar atrás, aunque sea por un segundo, podría hacer que el atleta pierda la carrera.
Es muy probable que esa (un atleta corriendo en una carrera) sea la imagen que el apóstol Pablo tenía en mente cuando escribió lo siguiente:
“No que ya lo haya alcanzado o que ya haya llegado a ser perfecto, sino que sigo adelante, a fin de poder alcanzar aquello para lo cual también fui alcanzado por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no considero haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando lo que queda atrás y extendiéndome a lo que está delante, prosigo hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:12-14).
Pablo admitió que él todavía no había cruzado la meta. Él no era perfecto. Él todavía no había llegado al cielo con Jesucristo, todavía no había sido conformado a la imagen de Jesucristo –ni en cuerpo ni en espíritu–. Todavía pecados y debilidades vivían en él. Pero él seguía corriendo y se dirigía a la meta. Y Pablo corría bien: él olvidaba lo que quedaba atrás y se extendía hacia lo que estaba delante.
Nosotros todavía no hemos cruzado la meta. Delante de nosotros está la glorificación (la conformación tanto del cuerpo como del espíritu a la imagen de Jesucristo), el cielo con Jesucristo. Hacia allá debemos extendernos.
Y aunque ciertamente todo cristiano verdadero llegará a la meta (Ro. 8:29, 30), hay cosas que quedan atrás que pueden hacer que tropecemos y así obstaculizar nuestro avance en la carrera. Esas cosas son las que debemos olvidar:
En primer lugar, olvidemos todo pecado pasado, si en vez de ayudarnos a no caer otra vez en las artimañas del diablo, somos abrumados con tanta tristeza que ya no podemos seguir corriendo. Hebreos 8:12 dice: “Pues tendré misericordia de sus iniquidades, y nunca mas me acordare de sus pecados”. Cuando te arrepientes de tus pecados, Dios los perdona y nunca más se acuerda de ellos. Así que, tú y yo también podemos olvidarlos.
En segundo lugar, olvidemos toda victoria pasada, si en vez de hacer que agradezcamos a Dios y confiemos más en Él, nos gloriamos en nuestra propia fuerza. 1 Corintios 15:19 dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y su gracia para conmigo no resultó vana; antes bien he trabajado mucho más que todos ellos, aunque no yo, sino la gracia de Dios en mí”. Es por la gracia de Dios que todavía estamos en esta carrera y es por la misma gracia que llegaremos a la meta.
John MacArthur resume lo que hemos visto hasta ahora con las siguientes palabras: “El creyente debe abstenerse de confiar en las acciones y logros piadosos del pasado en su ministerio, o quedarse estancado en los mismos pecados y fracasos. Distraerse con el pasado debilita todos los esfuerzos en el presente”.