Algunos cristianos no le atribuyen a Dios las bendiciones físicas o materiales que disfrutan y son tímidos al momento de adorar a Dios por ellas. Sí, es cierto que Dios está más interesado en nuestro beneficio espiritual y eterno, por eso nos bendijo en Cristo con toda bendición espiritual (Ef. 1). Pero la Biblia claramente nos dice que Dios es la fuente de toda bendición, tanto espiritual como física.
En Hechos 14 encontramos a Pablo y Bernabé predicando el evangelio en Listra y sanando a un cojo de nacimiento. Cuando la gente vio eso, comenzaron a adorar a Pablo y Bernabé como si fueran dioses. La respuesta de Pablo y Bernabé fue decirles que ellos no eran más que hombres y que ellos debían convertirse a Dios. Ahora nótese como Pablo y Bernabé describieron a Dios:
“que hizo el cielo, la tierra, el mar, y todo lo que en ellos hay; el cual en las generaciones pasadas permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; y sin embargo, no dejó de dar testimonio de sí mismo, haciendo bien y dándoos lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando vuestros corazones de sustento y de alegría” (vv. 15-17).
En primer lugar, esa descripción nos recuerda que Dios fue quien tuvo la idea de que existiera un universo físico para que nosotros, con cuerpos físicos, viviéramos en él –y así Él lo hizo–. Dios creó el cielo, la tierra, el mar y todo lo que en ellos hay; y cuando los creó, Él reconoció que era bueno en gran manera (Gén. 1:31). Es de Dios que viene la lluvia, las estaciones, el alimento, etc. Por lo tanto, las bendiciones físicas no deben ser rechazadas.
En segundo lugar, esa descripción nos dice que Dios tiene la intención de que disfrutemos las bendiciones físicas que Él envía. La lluvia, las estaciones fructíferas, el alimento y todo lo demás alegran el corazón y está bien que lo hagan. A. W. Pink dijo: “Dios podía haberse contentado satisfaciendo nuestra hambre sin que la comida fuera agradable a nuestro paladar… Dios nos ha dado, no sólo los sentidos, sino también aquello que los satisface… La tierra podía haber sido igualmente fértil sin que su superficie fuera tan deliciosamente variada. Nuestra vida física podría haberse mantenido sin las flores hermosas que regalan nuestra vista y que exhalan dulces perfumes. Podríamos haber andado sin que los oídos nos trajeran la música de los pájaros”.
En tercer lugar, esa descripción nos enseña que Dios merece ser adorado por las bendiciones físicas que Él envía. Nótese que se dice que a través de todas esas bendiciones (la lluvia, las estaciones fructíferas, el alimento y todo lo demás) Dios da testimonio de sí mismo. Dicho de otra manera, todas esas bendiciones físicas apuntan a Dios y nos dicen acerca de Él: que Dios existe, que Dios es poderoso, que Dios es muy bueno. Por lo tanto, Él merece ser adorado por eso; Él merece ser agradecido y bendecido (Sal. 145:9, 10).
La próxima vez que estés jugando bajo la lluvia, o que te estés bronceando en una playa tropical, o que una brisa fresca acaricie tu cara, o que veas un atardecer, o que huelas las flores, o que escuches el canto de las aves, o que degustes tu comida favorita, o que seas recompensado por tu trabajo (Ecl. 5:19), o que seas acariciado por tu cónyuge (Pro. 5:18, 19), reconoce que eso es un regalo de Dios y adórale por eso.