El evangelio de la prosperidad puede parecer –para muchos– algo bueno, excelente; pero al compararlo con el evangelio verdadero, el evangelio de Jesucristo, nos damos cuenta de que el evangelio de Jesucristo tiene más peso, el evangelio de Jesucristo es muchísimo mejor. En comparación con el evangelio de Jesucristo, el evangelio de la prosperidad no es lo suficientemente bueno.
Consideremos nuevamente Efesios 1:3: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo” (Ef. 1:3). Nótese que Pablo bendice a Aquel (i.e. Dios Padre) que ya había bendecido tanto a él (Pablo) como a todo creyente («Bendito sea el Dios… que nos ha bendecido»). Nosotros bendecimos a Dios no para que nos bendiga, sino porque Él ya nos ha bendecido. ¿Gracias a quién hemos sido bendecidos? Gracias a Cristo, en quien nuestra vida está escondida. ¿Cómo se describe toda esta bendición? Espiritual en los lugares celestiales. Dentro de toda esta bendición espiritual se encuentra nuestra elección (v. 4a), nuestra completa santificación (v. 4b), nuestra predestinación en amor y adopción (v. 5), nuestra aceptación ante Él (v. 6), nuestra redención (v. 7a), el perdón de nuestros pecados (v. 7b) y el Espíritu Santo habitando en nosotros (v. 13), que garantiza «una herencia incorruptible, inmaculada, y que no se marchitará, reservada en los cielos» (v. 14; cf. 1 P. 1:4). ¡Es con toda esta bendición espiritual y celestial que hemos sido bendecidos!
¿Te das cuenta por qué el evangelio de la prosperidad no se compara con el evangelio verdadero de Jesucristo? No hay nada mejor que ser adoptados como hijos de Dios; no hay nada mejor que ser aceptos, por Jesucristo, ante Dios; no hay nada mejor que la tercera persona de la trinidad (i.e. Espíritu Santo) habitando en nosotros. Lo celestial y eterno siempre es mejor que lo terrenal y temporal; lo que no se deteriora ni se agota siempre es mejor que lo que se deteriora y se agota; lo incorruptible siempre es mejor que lo corruptible.
Así que, cristiano, alégrate y bendice a Dios. Porque aunque ahora no tengas salud física, tú tienes la salud de tu alma (salvación); aunque ahora no tengas paz externa, tú has sido reconciliado con Dios por medio de Jesucristo (2 Co. 5:19); aunque seas pobre, eres rico espiritualmente (Ap. 2:9) –pobre mendigo es todo aquel que poseyendo todo en este mundo, no ha sido bendecido con toda bendición espiritual en los lugares celestiales. ¡Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo!
1ra parte; 2da parte