La tercera epístola de Juan, como su nombre lo dice, es la tercera en una serie de cartas que llevan el nombre del apóstol Juan. El autor de esta carta (Juan) se describe a sí mismo como “el anciano” y el destinatario de esta carta fue Gayo (v. 1). En esta carta el apóstol reconoció la hospitalidad mostrada por Gayo, llamó a evitar el mal ejemplo de Diótrefes y también reconoció el buen testimonio de Demetrio. La salutación de Juan en esta carta fue la siguiente:
“Amado, ruego que seas prosperado en todo así como prospera tu alma, y que tengas buena salud” (v. 2).
PROSPERIDAD DEL ALMA GARANTIZADA
En la salutación de Juan hay dos cosas por las que él rogó y una cosa que él dio por sentado. Juan dio como un hecho la prosperidad del alma de Gayo. Y él lo dio como un hecho porque la conducta de Gayo evidenciaba la prosperidad de su alma (vv. 3, 4). El alma de Gayo estaba bien en relación con Dios, Su relación con Dios era fuerte.
Sin minimizar la responsabilidad que tenemos de buscar la prosperidad de nuestra alma –especialmente a través del uso de los medios de gracia–, aquí veo una promesa de que el alma del cristiano verdadero prosperará. Y esa promesa no es exclusiva de este versículo: en 2 Tesalonicenses 3:4 el apóstol Pablo dice que confía en Dios en que los creyentes serán obedientes, en 1 Tesalonicenses 5:23 y 24 el apóstol dice que Dios guardará irreprensible a los Suyos para la venida de Jesucristo y en Filipenses 1:6 Pablo dice estar convencido de que Dios terminará la buena obra que comenzó en cada cristiano. Si tú eres un cristiano verdadero, tu alma prosperará. Garantizado por Dios. Sigue leyendo Espiritualidad, prosperidad y salud.