Hombre pensativo sentado en sofá

Cómo no aconsejar a quien sufre.

Aconsejar a alguien que sufre no es una tarea fácil, sin embargo, muchos se apresuran a hacerlo como si fuera una tarea fácil. Y tratando de ayudar al que sufre, lo desayudan. Aconsejar a alguien que sufre requiere sabiduría de lo alto; requiere no sólo tener una teología correcta en la cabeza, sino también saber aplicarla correctamente a la persona que sufre.

En ocasiones, lo más sabio que podemos hacer es decir que Dios tiene un buen propósito y, después, acompañar en silencio a la persona que sufre.

La buena noticia es que Dios está dispuesto a darnos de Su sabiduría. Y como parte de eso tenemos en los amigos de Job un ejemplo de cómo no se debe aconsejar a quien sufre.

NO OLVIDES EL JUICIO FINAL

Elifaz le hizo a Job las siguientes preguntas: “Recuerda ahora, ¿quién siendo inocente ha perecido jamás? ¿O dónde han sido destruidos los rectos? Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan” (4:8, 9). Básicamente, él le dijo a Job que Dios recompensa a los justos y castiga a los impíos.

¿Es eso cierto? ¡Claro que sí! Pero no siempre vemos eso en el aquí y el ahora. Es en el juicio final de Dios en donde todos los justos serán recompensados y todos los impíos serán castigados. Ten eso en cuenta al momento de aconsejar.

NO SUPONGAS EL PECADO

Ante los muchos sufrimientos de Job, sus tres amigos –Elifaz, Bildad, Zofar– se apresuraron a acusarlo de algún pecado oculto. Ellos supusieron que los sufrimientos de Job eran el resultado de algún pecado cometido por él. Elifaz le dijo a Job: “Por lo que yo he visto, los que aran iniquidad y los que siembran aflicción, eso siegan” (4:8).

El problema con esa conclusión es que el libro comienza describiendo a Job como «intachable, recto, temeroso de Dios y apartado del mal» (1:1). Y más adelante Dios confirma el carácter íntegro de Job (1:8). Los sufrimientos de Job no eran el resultado de algún pecado cometido por él.

Aunque siempre es bueno auto-examinarse, no se debe suponer que todo sufrimiento es la consecuencia de algún pecado cometido.

NO CONDENES TODO LAMENTO

El Job que dijo: “Estaba yo tranquilo, y El me sacudió, me agarró por la nuca y me hizo pedazos; también me hizo su blanco. Me rodean sus flechas, parte mis riñones sin compasión, derrama por tierra mi hiel. Abre en mí brecha tras brecha; arremete contra mí como un guerrero” (16:12-14); fue el mismo que había dicho: “Aunque El me mate, en El esperaré” (13:15); y el mismo que también diría: “Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo. Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios; al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro” (19:25-27). Y ese es el mismo Job de quien Dios, en el último capítulo, dice que había hablado lo recto de Él (42:7).

Cuidado con condenar todo lamento que sale de la boca de aquellos que sufren. Recibe y, aun más, anima lamentos que aunque expresan lo difícil de la situación, todavía encuentran su esperanza última en Dios.

Publicado por

Misael Susaña

Misael Susaña nació en República Dominicana, fue salvado a la edad de trece años y actualmente es uno de los pastores de Iglesia Fundamento Bíblico. Es también maestro de Inglés. Estudió Teología Sistemática en la Academia de la Gracia (Reformed Baptist Seminary) y ha participado en varios diplomados. Desde el 2008, ha publicado regularmente artículos bíblicos en su blog (gustadaDios.com). Misael, teniendo en mente Salmos 34:8, prefiere describirse a sí mismo como un «Catador de la bondad de Dios y feliz promotor de ésta; para Su gloria y el beneficio [en Él] del creyente».

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