Signo de interrogación

¿Qué vieron de malo en mí?

Pecar es la injusticia más grande del universo ya que es rebelarse contra el Dios que merece nuestra obediencia. También, pecar es la tontería más grande ya que es rebelarse contra el Dios que sólo quiere lo mejor para nosotros. Y eso es lo que nos enseña el capítulo 2 del libro del profeta Jeremías.

Después de describir la relación de Israel con Dios, al principio, como amorosa y santa (vv. 2, 3); Dios pasa a hablar del posterior adulterio espiritual de la nación: «los que se ocupaban de la ley» no conocieron al autor de la ley, «los gobernantes» se rebelaron contra Dios, y «los profetas» profetizaron por Baal en vez de por Dios (v. 8).

Y en el versículo 5 Dios le hace la siguiente pregunta a la nación: “¿Qué injusticia hallaron en mí vuestros padres, para que se alejaran de mí y anduvieran tras lo vano y se hicieran vanos?”. Y esa pregunta fue hecha con el propósito de que el pueblo se diera cuenta de su locura y se volviera a Dios. Es como si Dios estuviera preguntando: ¿hay alguna injusticia en mí? ¿algo malo? ¿algo que te moleste de mí?

Si el pueblo hubiera encontrado alguna falta en Dios podríamos entender que éste abandonara a Dios. Como cuando cambiamos de compañía de internet porque habíamos contratado un servicio de 200 mbps, pero recibimos 10 mbps. O como esa mujer que se divorcia de su esposo después de descubrir que él le ha estado siendo infiel con otra mujer.

Pero Dios no les había dado razón para que ellos lo abandonaran. Al contrario, ellos tenían innumerables razones para permanecer en fidelidad al Señor: ya que todo lo que hay en Dios es virtuoso y Él siempre es fiel. Y eso es lo que Dios dice que a ellos no le importó al momento de abandonarlo: “Tampoco dijeron: ¿Dónde está el Señor que nos hizo subir de la tierra de Egipto, que nos condujo por el desierto, por una tierra de yermos y de barrancos, por una tierra seca y tenebrosa, una tierra por la que nadie pasó y donde ningún hombre habitó? Yo os traje a una tierra fértil, para que comierais de su fruto y de sus delicias; pero vinisteis y contaminasteis mi tierra, y de mi heredad hicisteis abominación” (vv. 6, 7).

Volvemos a la pregunta de Dios: “¿hay algo malo en mí?”. Y la respuesta a esa pregunta es un rotundo: “¡no!”. “¿Por qué, entonces, se alejan de mí?” –sería la próxima pregunta del Señor–. Y así se revela la locura del comportamiento de la nación de Israel. Ellos dejaron de seguir a Dios en el desierto (v. 2) para andar tras la vano o vacío y así terminaron siendo vanos (v. 5).

La misma tontería o locura cometemos nosotros hoy cada vez que pecamos contra Dios. Le damos la espalda a Aquel de quien no tenemos ninguna queja que dar. Somos infieles contra Aquel que ha siempre ha sido fiel con nosotros. Nos rebelamos contra Aquel que solamente nos ha tratado con bondad y gracia. Y eso hace que nuestro pecado sea más pecaminoso, o en otras palabras, más espantoso.

Pero como dice una canción: “aunque muchas veces nos desviamos, perseguimos el mundo y olvidamos tu gracia; Tú nunca has dejado de traernos de vuelta”. Y el hecho de que estas palabras que estamos considerando estén en Jeremías es una prueba de eso. Dios quiere que reconozcamos nuestro pecaminoso pecado y nos volvamos a Él; quien, en Jesucristo, tiene los brazos abiertos para recibirnos de vuelta.

Y la próxima vez que seamos tentados a pecar, digamos: “¿Cómo habría de pecar contra un Dios que nunca me ha dado razones para dejarlo y que sólo me ha dado razones para amarlo?”.

Publicado por

Misael Susaña

Misael Susaña nació en República Dominicana, fue salvado a la edad de trece años y actualmente es uno de los pastores de Iglesia Fundamento Bíblico. Es también maestro de Inglés. Estudió Teología Sistemática en la Academia de la Gracia (Reformed Baptist Seminary) y ha participado en varios diplomados. Desde el 2008, ha publicado regularmente artículos bíblicos en su blog (gustadaDios.com). Misael, teniendo en mente Salmos 34:8, prefiere describirse a sí mismo como un «Catador de la bondad de Dios y feliz promotor de ésta; para Su gloria y el beneficio [en Él] del creyente».

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