Aquino dijo: “Nada puede provocar amor más que saber que uno es amado”. ¿Es eso cierto? Parece que sí. En Lucas 7:36-50 se relata que estando Jesús en la casa de Simón el fariseo, una mujer pecadora regó los pies de Jesús con sus lágrimas, los secó con sus cabellos, besó sus pies y los ungió con perfume (v. 38). Al ver esto, Simón el fariseo dijo dentro de sí: “Si éste fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que le está tocando, que es una pecadora” (v. 39). Jesús, entonces, le dijo: “Por lo cual te digo que sus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama” (v. 47).
Estas palabras de Jesús no significan que el amor es la causa del perdón de parte de Dios, sino que el amor es el efecto o resultado de ser perdonado por Dios (véase la última parte del v. 47 y vv. 41-43). El saberse perdonado1 de los muchos pecados, resultará en amor hacía Aquel que perdona. Esta mujer pecadora vio en Jesús el perdón de sus muchos pecados, mientras que Simón el fariseo [posiblemente] ni siquiera se veía como pecador. “¿Pecador? esa descripción se aplica a esta mujer, no a mí” –podría haber dicho él (vv. 39, 44-46). Jesús no negó que los pecados de esta mujer fueran muchos, pero dijo de sus muchos pecados: “han sido perdonados” (v. 47).
Ahora, no es menos cierto que sin la obra del Espíritu Santo los hombres nunca llegarán a amar a Dios. No importa cuantas veces le digamos a una persona que Jesús la ama, no importa cuan elocuente sea un sermón acerca del perdón de pecados, no importa cuan vívidas sean las imágenes de la película “La pasión de Cristo”; si el Espíritu Santo no convence a una persona del amor de Dios que perdona sus pecados, la persona nunca amará a Dios.
Me dirijo a ti que has nacido de nuevo por el Espíritu, que por medio de la fe has sido salvado, que has sido convencido del amor de Dios que perdonó tus pecados y, entonces, amaste a Dios: ¿Quieres tú amar más a Dios? Entonces mientras le pides a Dios que tu amor por El abunde más y más, contempla constantemente con ojos de fe la cruz de Jesucristo; pues es allí donde El mostró Su amor por ti.
En 1 Juan 4:9 se dice lo siguiente: “En esto se manifestó el amor de Dios en nosotros: en que Dios ha enviado a su Hijo unigénito al mundo para que vivamos por medio de El”. Contempla el gran amor de Dios Padre por ti, el cual no está basado en tu amor por El –pues El te amó primero (1 Jn. 4:10,19)–. Por amor Dios dio lo más preciado, Su Hijo unigénito, objeto de Su amor y complacencia (Mat. 3:17). Dios dio Su Hijo unigénito por ti, antes enemigo de Dios y un pecador que se dirigía a la condenación eterna, para que tú ahora seas un hijo amado y tengas vida eterna. 1 Juan 3:16a dice: “En esto conocemos el amor: en que El puso su vida por nosotros”.
Contempla el gran amor de Jesucristo, amor que lo llevó a morir consciente e intencionalmente en la cruz por ti. Contempla Sus manos y Sus pies en la cruz clavados; contempla Su costado traspasado; contempla la sangre que salió de Sus heridas para el perdón de tus muchos pecados. Contempla como Jesucristo permaneció en la cruz, a pesar del desprecio y la burla de los hombres, para salvarte. Contempla como Jesucristo sufrió, en tu lugar, la ira de Dios. Contempla todo esto y sabe que fue por amor a ti.
1 El perdón es una de las maneras en la que se manifiesta amor (1 Co. 13:5; 1 P. 4:8; 1 Jn. 4:10).