Esta es una pregunta controversial, pero no difícil de responder correctamente. Es controversial porque muchos no cristianos responden afirmativamente a esta pregunta –“sí, todos somos hijos de Dios”–, mientras muchos cristianos responden negativamente a esta pregunta –“no, no todos son hijos de Dios”–. Pero esta pregunta no es difícil de responder correctamente si atendemos a las palabras de Dios, quien no es injusto para negar a Sus hijos: “Porque tú eres nuestro Padre, aunque Abraham no nos conoce, ni nos reconoce Israel. Tú, oh SEÑOR, eres nuestro Padre, desde la antigüedad tu nombre es Nuestro Redentor”.
Consideremos un pasaje bíblico que nos ayudará a responder correctamente la pregunta, Juan 1:10-13 dice lo siguiente: “En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por medio de El, y el mundo no le conoció. A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios”. Por el contexto sabemos que este pasaje comienza hablando de Jesucristo, el Verbo o Palabra encarnada de Dios. Él fue quien estaba en el mundo que había hecho, y éste no le conoció. Él fue quien vino a los suyos (Su pueblo, Su gente; los Judíos), y no fue recibido. Dios mismo, entonces, marca un contraste entre los que no conocieron a Jesucristo, los que no le recibieron y los que sí le recibieron, los que creyeron en Su nombre –lo cual es fruto de la regeneración o el nuevo nacimiento–. Una vez marcado este contraste, Dios pasa a decir acerca del segundo grupo (los que recibieron a Jesucristo, los que creen en Su nombre), y sólo de este segundo grupo, que se «les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios». Los del primer grupo son criaturas de Dios (vv. 10, 11), los del segundo grupo son hechos hijos de Dios (vv. 12, 13).
Aunque en ocasiones la Biblia presenta a Dios como padre de todos (Mal. 2:10; Mt. 23:9; Heb. 12:9), este “padre” es en el sentido de Creador, Dador de la vida física. Tal como hemos visto en Juan 1:10-13, son sólo aquellos que han creído en el nombre de Jesucristo a quienes se les dio el derecho de ser hijos de Dios. La fe en Jesucristo es lo que distingue a los que son hechos hijos de Dios de las criaturas de Dios. C. S. Lewis dijo: “El Hijo de Dios se hizo hombre para que los hombres pudieran ser hijos de Dios”. Y ese gran regalo es recibido por medio de la fe. Aparte de la justificación y el perdón de pecados, estos hijos de Dios por medio de la fe en Jesucristo disfrutan el privilegio de:
- ser amados y reconocidos como hijos de Dios (1 Juan 3:1);
- tener una íntima comunión con Dios en todo tiempo (Ro. 8:15);
- tener suplidas sus necesidades físicas y espirituales (Mt. 6:25-34; Lc. 11:13);
- ser llamados hermanos de Jesucristo (Heb. 2:11);
- ser herederos de Dios y coherederos con Jesucristo (Ro. 8:17).
Teniendo en cuenta todo lo que hemos visto hasta ahora te pregunto: ¿eres tú un hijo de Dios? Si no eres hijo de Dios; confiesa tus pecados, dales la espalda y cree el nombre de Jesucristo, confía en Él como tu Salvador y así tú también serás adoptado como un hijo en la familia de Dios. Si ya eres un hijo de Dios, Él te dice en Su Palabra: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados” (Ef. 5:1). Ese versículo no dice: “Sé imitador de Dios para que seas un hijo”; ni dice: “Sé imitador de Dios para que seas un hijo amado”. En el versículo se reconoce lo que ya somos: “hijos amados”. Porque has nacido de Dios y Su Espíritu te guía, tú puedes ser un imitador de Dios como hijo amado. Que así sea.
Simple, firme, edificante.