“Clamaré al Dios Altísimo, al Dios que todo lo hace para mí” (Salmos 57:2).
Podemos definir la soberanía de Dios como Su control de todos los eventos, desde los más pequeños hasta los más grandes, y gobierno sobre Sus criaturas para Su gloria y el máximo beneficio de Su iglesia en Jesucristo (Ro. 8:32).
La providencia de Dios abarca:
- nuestro nacimiento (Sal. 139:13-16);
- el lugar de nuestro nacimiento;
- nuestro nuevo nacimiento (Hch. 8:26-35);
- nuestra vocación en esta vida;
- nuestra vida familiar (Gn. 24);
- beneficios para nuestras familias (Lam. 3:23);
- ser guardados del mal (1 Co. 10:13);
- ser guardados de la enfermedad y el peligro (2 Corintios 11:23-28);
- la ayuda para ser más santos (Sal. 119:67).
Y ya que Dios en Su providencia gobierna sobre sus criaturas, toda la gente en el mundo siempre cumple los propósitos de Dios, aun cuando no quieran hacerlo.
Aún en los momentos más oscuros podemos ver dos clases de la bondades de Dios: Primero, misericordia en no acabar con el mundo; y segundo, misericordia en preservar a su pueblo para el mundo venidero. ¿Por qué deberíamos estar tristes mientras que nuestro Dios está con nosotros en nuestros problemas? El corazón de Dios está lleno de amor para con sus hijos, aún y cuando la faz de la providencia esté frunciéndonos el ceño.
Como consecuencia de todo lo anterior:
- Cree que Dios está en todo lo que te acontece.
- Considera Su cuidado para contigo como parte de Su pueblo.
- Vive para Él.
- No desconfíes de Él cuando surjan nuevas dificultades.
- Ora a Él por todo.
- Procura serle agradable a Él en todas las cosas.
Antes de terminar, consideremos brevemente, en primer lugar, cómo puede un creyente descubrir la voluntad de Dios en circunstancias confusas y difíciles: nosotros solamente podemos preocuparnos por la voluntad revelada de Dios. La cual nos es revelada a cada uno de nosotros en Su palabra y en Sus obras. Debemos escudriñar las Escrituras y en los casos en donde no hay ninguna regla particular para guiarnos, deberíamos aplicar los principios generales de la Escritura a nuestro problema particular. Si aún tenemos dudas acerca de “qué hacer”, no deberíamos considerar sólo la providencia por sí misma para descubrir la voluntad de Dios. La forma más segura es considerar la providencia en relación con los mandamientos y las promesas de la Biblia.
En el día de aflicción es tiempo de humillarnos bajo la poderosa mano de Dios. Por otra parte, cuando la providencia nos trae bendiciones es tiempo de regocijarnos en Dios (Ec. 7:14).
Consideremos brevemente, en segundo lugar, cómo puede un creyente saber que una providencia está obrando para su mayor bien, y que viene del amor de Dios: no podemos juzgar el amor divino para con nosotros por el número de bendiciones naturales que recibimos. La manera en que estas cosas nos suceden y el efecto que tienen sobre nosotros es lo que nos enseñará si son enviadas del amor de Dios y si son para nuestro bienestar espiritual. Cualquier cosa que ayuda a incrementar nuestro amor a Dios tiene que provenir del amor de Dios hacia nosotros. Las circunstancias cómodas y felices no siempre significan que la bendición de Dios está sobre ellas. El éxito o la prosperidad que hacen que los hombres olviden a Dios, o que son usados para despertar los deseos de la carne o el orgullo del corazón no pueden ser un medio de bendición.
1ra parte; 2da parte
Gracias, hermano. El meditar sobre este tema dara consuelo a nuestras almas.