En la caricatura de Diógenes y Boquechivo publicada el lunes 30 de abril del 2012, por Harold Priego para el Diario Libre, se ilustran las promesas de no más corrupción, no más delincuencia y de tener el mejor gobierno que hace un candidato a la presidencia. Mientras Diógenes escucha esas promesas a través de la radio, él dice: “Nos salvamos… ¡Cristo viene…!”. Priego parece haber entendido algo que muchos todavía no entienden: el único que acabará total y definitivamente con todos los males de nuestra sociedad es Jesucristo.
Nos estamos acercando a las elecciones presidenciales, y el Salmo 146 tiene un mensaje pertinente para nosotros:
Después de un llamamiento a alabar a Dios y de que el mismo salmista alabara a Dios (vv. 1, 2), él (inspirado por Dios) nos exhorta: “No confiéis en príncipes” (v. 3a). No debemos poner en el rey, presidente o gobernante esa confianza absoluta que sólo debe ser puesta en Dios. O, en palabras de Jeremías 17:5, no debemos hacer de ellos nuestra fortaleza y apartarnos de Dios.
Podemos encontrar dos razones en el salmo de por qué no confiar en ellos. Primero, porque ellos son hombres en quienes no hay salvación (v. 3b). Ellos no tienen el poder para salvarnos de nuestros males internos, ni salvarnos de manera definitiva de los males externos. Segundo, porque su existencia es efímera (v. 4). ¿Verdaderamente creemos que un presidente podrá resolver absolutamente todos los problemas de una nación en tan solo cuatro años? Y aun si éste gobernara a lo largo de toda su vida, ésta pronto llegaría a un fin.
Aquellos que confían en Dios –que hacen de Él su ayudador y que ponen su esperanza en Él– son dichosos, felices (v. 5). Él es quien con el poder de Su palabra creó todo lo que existe (v. 6). Dios es quien es fiel y quien siempre cumple Sus promesas. Él hace justicia, Él suple las necesidades, Él pone en libertad (vv. 6, 7). Y sigue diciendo el salmista en los versículos 8 y 9 lo siguiente: “El Señor abre los ojos a los ciegos, el Señor levanta a los caídos, el Señor ama a los justos. El Señor protege a los extranjeros, sostiene al huérfano y a la viuda, pero trastorna el camino de los impíos”.
Y a diferencia de los hombres, que reinan por una corta duración, el Señor reinará para siempre.
¿Quiere decir todo eso que no ejerceremos el voto este próximo 15 de mayo? ¡No! Más bien, eso quiere decir que no pensaremos que aquel por quien votaremos es el Mesías o nuestro Salvador. Al mismo tiempo, esperaremos con ansias la consumación del reino de Dios y de Cristo –el reinado literalmente perfecto–; en donde ya no sufriremos del pecado en nosotros ni de sus consecuencias negativas en el resto de la creación.