Hay una oración de tres palabras que se imprime en etiquetas, se canta en canciones, se usa en el evangelismo, se lee en libros y se escucha en sermones. Esa oración es: Jesús te ama. Y todos nosotros corremos el peligro de acostumbrarnos a esta verdad de tal manera que ya no nos maraville. Pero, aquí está la Palabra de Dios para mantenernos asombrados ante esa maravillosa verdad.
¿Cuánto ama Jesucristo a los Suyos? Los primeros versículos de Filipenses 1 nos ayudarán a responder a esa pregunta.
Aunque es cierto que los primeros versículos de Filipenses 1 hablan acerca del amor de Pablo hacia los cristianos filipenses, en el versículo 8 se dice algo que no podemos darnos el lujo de ignorar: “Porque Dios me es testigo de cuánto os añoro a todos con el entrañable amor de Cristo Jesús”. Eso significa que el amor que Pablo estaba demostrando era un reflejo del amor de Jesucristo hacia cada creyente.
Este versículo no dice meramente que Jesús tiene amor para el cristiano, sino que Él tiene entrañable amor, “tierna compasión” (NTV), “profundo amor” (RVA-2015), “afecto” (PDT). Todo eso es el intento de traducir una palabra en griego que literalmente significa «entrañas». Según W. E. Vine, las entrañas “eran consideradas por los griegos como el asiento de las pasiones más violentas, y por el hebreo como el asiento de los afectos entrañables”. El punto es que el amor de Jesucristo por los Suyos es más que una determinación a hacerles bien –aunque lo incluye–; no es la respuesta de una máquina, sino que viene de un corazón afectivo. Podemos decir que el amor de Jesucristo por los Suyos es más grande que lo que Pablo sintió por los cristianos filipenses, pero nunca menos que eso.
Jesucristo da gracias a Dios por los Suyos: «… y dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios y a inteligentes, y las revelaste a niños. Sí, Padre, porque así fue de tu agrado» (Lucas 10:21). Y Jesucristo siempre se acuerda los Suyos, no hay un segundo en el que el cristiano no esté en Su pensamiento (v. 3). Jesucristo ora por los Suyos: “Por lo cual El también es poderoso para salvar para siempre a los que por medio de El se acercan a Dios, puesto que vive perpetuamente para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). Jesucristo se goza por los Suyos (v. 4): “En aquella misma hora El se regocijó mucho en el Espíritu Santo…” (Lucas 10:21). Jesucristo añora estar con los Suyos (v. 8): “Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo estoy, allí estéis también vosotros” (Juan 14:3).
Y la demostración más maravillosa del amor de Jesucristo fue que Él dio Su vida por los cristianos cuando estos eran pecadores enemigos de Dios.
¡Así de mucho Jesucristo ama a los Suyos! ¡Así de mucho Jesús te ama a ti y me ama a mí! Si Jesucristo nos ama así de mucho a pesar de nuestras debilidades y pecados pasados, ¿por qué no amar así a nuestros hermanos?