En los últimos años, para esta época navideña, me he topado en varias ocasiones con frases que dicen algo como: “La Navidad es la estación, la Semana Santa es la razón”; o: “La Navidad es acerca del niño que nació para morir”. Esas frases son ciertas en un sentido amplio. Pero debemos tener cuidado de pensar que la Semana Santa es más importante que la Navidad. O, en otras palabras, cuidado con pensar que la muerte de Jesús es más importante que Su nacimiento.
La Biblia nos enseña que la vida de Jesús fue tan necesaria como Su muerte para nuestra salvación. ¿Por qué en vez de nacer como un bebé, Jesús no vino como un hombre de 33 años a morir en la cruz? Porque, para salvarnos, era necesaria una vida de obediencia completa que culminaría con muerte de cruz.
En Romanos 5, el apóstol Pablo (inspirado por Dios) habla acerca de la justificación gratuita que recibimos por medio de la fe en Jesucristo y de paz con Dios como resultado de ésta. Y en el versículo 19 el apóstol dice lo siguiente:
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos”.
El hombre que desobedeció fue Adán. Y debido a esa desobediencia de Adán, quien era el representante de toda la humanidad, todos fueron constituidos pecadores. El que obedeció fue Jesús. Y debido a eso todos aquellos que se arrepienten y confían en Jesús son constituidos justos.
Ser constituido justo, o ser justificado, significa dos cosas: primero, que todos tus pecados son perdonados; segundo, que Dios te llama y te trata como justo. Y esa justificación para nosotros Jesucristo la obtuvo, según el versículo que acabamos de leer, por Su obediencia.
Esa obediencia de Jesús a nuestro favor, tal como nos enseña Filipenses 2:8, culminó con Su muerte en la cruz. Pero esa obediencia de Jesús a nuestro favor comenzó con Su nacimiento. Por eso Lucas 2 relata que «cuando se cumplieron los días para la purificación de ellos, según la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (como está escrito en la Ley del Señor: Todo varón que abra la matriz será llamado santo para el Señor), y para ofrecer un sacrificio conforme a lo dicho en la Ley del Señor: un par de tórtolas o dos pichones» (vv. 22-24). Y años más tarde, cuando Jesucristo estaba a punto de ser bautizado por Juan, Él le dijo: “Permítelo ahora; porque es conveniente que cumplamos así toda justicia” (Mateo 3:15).
Alguien dijo: “Si la muerte de Jesús fuera todo lo que tuviéramos, simplemente seríamos restaurados a un lugar de neutralidad. Nuestros pecados serían borrados, pero no tendríamos un récord positivo de justicia que presentar al Padre… Cuando nosotros confiamos sólo en Jesús para salvación, la justicia perfecta de Cristo que él obtuvo por Su obediencia activa es colocada en nuestra cuenta y recibimos su regalo: la vida eterna”.
Jesucristo vivió en perfecta obediencia a la ley de Dios, pero también sufrió Su castigo. Y esa clase de obediencia hasta la muerte fue necesaria para nuestra salvación. ¡Celebremos con mucho gozo el nacimiento de Jesús!