Muchas veces nos sorprendemos por lo mal que está este mundo. Y al decir “mundo” me refiero a las personas sin Dios que viven en este mundo. Y nos asombramos de que éste vaya de mal en peor: hoy se legalizan pecados que en otro tiempo eran penalizados; los pecados que antes eran escandalosos, hoy son celebrados abiertamente.
Pero esas cosas no deberían sorprendernos, al menos no mucho. Porque según la Palabra de Dios, las personas de este mundo están muertas en sus delitos y pecados; eso quiere decir, que si son dejados a ellos mismos, todo lo que pensarán, desearán y harán serán cosas malas. No podemos esperar que ellos actúen de otra manera por ellos mismos.
Lo que sí debería sorprendernos es que aquellos que han sido elegidos por Dios Padre para ser santos, salvados por Jesucristo del pecado y que están siendo santificados por el Espíritu Santo estén en un punto medio o se conformen a forma de pensar de las personas sin Dios que viven en este mundo. Eso sí deberá sorprendernos mucho.
LA SAL
En el contexto del sermón del monte, Jesús dirigió la siguiente enseñanza a Sus discípulos que se habían acercado a Él para escucharlo:
“Ustedes son la sal de la tierra; pero si la sal se ha vuelto insípida, ¿con qué se hará salada otra vez? Ya no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres” (Mateo 5:13).
Aunque no todos podemos definir científicamente qué es la sal, sí podemos identificarla: la sal es una sustancia blanca y cristalina, de sabor acre y que se disuelve fácilmente en el agua. ¿Para qué sirve la sal? La sal sirve como condimento, para sazonar o dar sabor a la comida (Job 6:6). Pero también sirve para preservar los alimentos (principalmente las carnes) de corromperse con bacterias. Es por eso que le echan sal al bacalao, para conservarlo por meses.
Jesús dijo que si la sal pierde su sabor, ¿con qué podrá volver a ser salada? Dicho de otra manera: si la sal pierde eso que hace que la sal sea sal, ¿con qué volverá a ser salada? Cuando queremos que la comida tenga sabor, le agregamos un poco de sal. Cuando queremos preservar algún alimento, le agregamos sal. Pero si la sal pierde su sabor y ya no sala, ¿qué podemos hacer? No podemos agregar más sal a la sal. No podemos hacer nada, como dijo Jesús, excepto botarla.
LOS CRISTIANOS
Jesús dijo, en sentido metafórico, que los cristianos son la sal de la tierra –o sal a aquellas personas que viven en la tierra–. Eso implica al menos dos cosas: (1) que la tierra está propensa a corromperse; y (2) que los cristianos, por la gracia de Dios en ellos, son los únicos que pueden contrarrestar eso –no las organizaciones sin fines de lucro, no la policía, no el presidente (aunque todo lo anterior es útil).
Los cristianos son a la tierra como la sal a la comida. Los cristianos son a la tierra como la sal a las carnes –aunque las personas sin Dios no quieran admitirlo–. Los cristianos previenen la putrefacción moral, impiden el decaimiento social. ¿No te ha pasado que al estar cerca de no-cristianos ellos se frenan de decir malas palabras porque tú estás cerca –o piden excusa si la dicen–?
Cuando el cristiano se mezcla con otras personas, las preserva de corromperse; da parte de su sabor a todo aquel con el que se junta (paráfrasis a J. C. Ryle). ¿Cómo los cristianos hacen eso? A través de sus palabras y sus acciones: predicando el evangelio, enseñando todas las cosas que Jesús ha mandado y viviendo en obediencia a ellas.
Y no tenemos que irnos muy lejos para ver cuál es el carácter del cristiano: ellos son los pobres en espíritu, ellos son los que lloran, ellos son los mansos, ellos son los que tienen hambre y sed de justicia, ellos son los misericordiosos, ellos son los de limpio corazón, ellos son los pacificadores, ellos son los que padecen persecución por causa de la justicia, ellos son los que son perseguidos por causa de Cristo (vv. 3-11). Ellos no son perfectos, pero esas características están en ellos de una manera real y progresiva.
¿Qué pasa cuando profesamos ser cristianos, pero no nos comportamos como tal? Somos como la sal que no sirve para nada, sino para ser echada fuera y pisoteada por los hombres.
Confesemos nuestros pecados y pidamos perdón a Dios por cada vez que nuestro carácter no ha sido como sal para las personas sin Dios de esta tierra. Confesemos y pidamos perdón a Dios cada vez que nos hemos parado en un punto medio o nos hemos conformado a la forma de pensar del mundo. Y después de encontrar el perdón que hay en Jesús, vayamos y seamos sal de la tierra.
Nice post thhanks for sharing