En el capítulo 8 de su libro Finally Alive [“¡Más vivo que nunca!” en español], John Piper dice que él piensa mucho en la relevancia. Y también dice que la relevancia que guía sus sermones y sus escritos es el tipo de relevancia que hace una diferencia significativa en las vidas de su audiencia sea que ellos lo sientan así o no.
Muchas personas piensan que el nuevo nacimiento, o la regeneración, “no tiene nada que ver con los problemas reales que el mundo está enfrentando”. A lo que Piper responde:
Estarían equivocados, en primer lugar, al no ver que lo que Jesús quiso decir con el nuevo nacimiento es sumamente relevante para el racismo y el calentamiento global, y el aborto y la atención médica y todos los demás temas de nuestros días.
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Y se equivocarían, en segundo lugar, al pensar que esos son los problemas más importantes en la vida. No lo son. Estos son cuestiones de vida o muerte. Pero no son los más importantes, porque se ocupan del alivio del sufrimiento durante esta breve vida terrenal, no del alivio del sufrimiento durante la eternidad que sigue. O para decirlo positivamente, tratan sobre cómo maximizar el bienestar por ochenta años aproximadamente, pero no con cómo maximizar el bienestar en la presencia de Dios por ochenta billones de años y más.
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MIRANDO Y SABOREANDO LA MAGNIFICENCIA DE JESÚS
Jesús dice en Juan 3:3: “En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. No ver el reino de Dios es ser excluido del reino de Dios. Jesús dijo en Mateo 8:11-12 que fuera del reino hay “tinieblas de afuera”. En aquel lugar habrá lloro y crujir de dientes. Lo llamó “castigo eterno” (Mateo 25:46). La alternativa a eso es estar en el reino de Dios y pasar la eternidad en gozo eterno con la persona más grande del (Juan 18:24).
Nada es más importante que la gloria de Cristo vista y saboreada personalmente en el reino de Dios junto al innumerable número de los que han creído en su nombre. Esa gloria, algún día, llenará la tierra de paz, de justicia y de todo bien. Cristo mismo será el centro radiante de todo ello.
¿CUÁL ES NUESTRA PARTICIPACIÓN EN EL NUEVO NACIMIENTO?
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Tu involucración en el evento del nuevo nacimiento es ejercer fe –fe en el Hijo de Dios crucificado y resucitado, Jesucristo, como Salvador y Señor y Tesoro de tu vida. La forma en la que eres conectado con el evento del nuevo nacimiento es creyendo en Cristo. Tú participas en el nuevo nacimiento porque en éste tú recibes a Cristo por quién Él realmente es, el sumamente valioso Salvador, Señor y Tesoro del universo.
La respuesta continúa así: Tu acto de creer y el acto de Dios de engendrar son simultáneos. Él hace el engendramiento y tú crees en el mismo instante. Y esto es muy importante: Su acción es la causa decisiva de tu acción. Su engendramiento es la causa decisiva de tu fe.
Si te cuesta pensar que una cosa causa otra cosa y son simultáneas, piensa en el fuego y el calor o el fuego y la luz. En el instante en que hay fuego, hay calor. El instante en que hay fuego, hay luz. Pero no diríamos que el calor provocó el fuego o que la luz causó el fuego. Decimos que el fuego provocó el calor y la luz.
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Según 1 Pedro 1:22, el fruto del corazón nacido de nuevo es amor. Lo que significa que nada en la vida queda ajeno al nuevo nacimiento: el racismo, el calentamiento global, el aborto, la limitada atención sanitaria para niños, la falta de vivienda, la pobreza, la guerra en Irak, delitos de cuello blanco, trata de personas, la crisis global de SIDA, la rampante falta de padres, la codicia detrás de la crisis hipotecaria, el trato a los extranjeros ilegales o la difícil situación de cristianos que acaban de salir de prisión. Ninguna de esas cosas queda ajena al nuevo nacimiento. Y lo más importante, entras al reino de Dios y ves el rostro de Jesús para siempre.
Por tanto, te ruego en nombre de Cristo, cree en el Señor Jesucristo. Recíbelo como Salvador y Señor y Tesoro de tu vida. Si ya eres creyente, humíllate bajo la misericordiosa mano de Dios, y como un hijo del Dios eterno e invencible, entrégate a aliviar el sufrimiento, especialmente sufrimiento eterno.