4 errores en el evangelismo de hoy.

1. NO HABLAR DEL PECADO Y SUS CONSECUENCIAS

Muchos evangelizan hoy en día diciendo «Jesús te ama y quiere salvarte» o «Dios tiene un plan maravilloso para tu vida» sin hablar del pecado. Cuando esto sucede, cuando no se le muestra al hombre su pecaminosidad, no se evangeliza correctamente. Aquellas personas que escuchan decir que Jesús las ama y quiere salvarlas, sin antes estar conscientes de su pecado y de la consecuencia negativa de éste, pensarán de la siguiente manera: «¿De qué Jesús quiere salvarme? ¡Yo no necesito ser salvado de nada!»; y así rechazarán el evangelio de Jesucristo.

Dios en Su Palabra le habla al impío de su pecado y su consecuencia, y Dios nos llama a hacer lo mismo (hablarle al impío de su pecado y su consecuencia). En el más excelente tratado evangelístico, la epístola a los Romanos, antes de hablarnos de la justificación que viene de Dios y de la paz con Él gracias a Jesucristo, se nos habla de la justa ira de Dios contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Ro. 1:18). Y es después de que el apóstol Pablo (inspirado por Dios) deja claro que todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Ro. 3:23) que éste dice: «siendo justificados gratuitamente por su gracia por medio de la redención que es en Cristo Jesús» (Ro. 3:24). El atalaya (centinela) que Dios había puesto para amonestar de Su parte al pueblo, tenía la misión de decirle a impío: “Ciertamente morirás”; y así apercibir, advertir, al impío de su mal camino con el fin o propósito de que éste (el impío) viva (Ez. 3:18).

2. MINIMIZAR LA IMPORTANCIA DEL ARREPENTIMIENTO Y LA FE

Sí, es cierto que tanto la fe como el arrepentimiento son dones de Dios (Hch. 11:18; Ef. 2:8) y que por sí mismos (aparte de Jesucristo) no salvan –sólo Jesucristo salva–, pero estos dones son importantes porque Dios ha establecido que el arrepentimiento preceda al perdón de los pecados (Pr. 28:13; 1 Jn. 1:9) y que la fe sea el cauce por donde corra la sobreabundante gracia de Dios, la mano vacía y extendida que recibe Su favor, el medio por el cual vamos a Jesucristo para recibir [de Él] salvación, perdón de los pecados, vida eterna (Jn. 6:35). Continuar leyendo 4 errores en el evangelismo de hoy.

La resurrección de Jesús.

Desde Getsemaní Jesús «comenzó a entristecerse y a angustiarse» y les dijo a Sus discípulos que Su alma estaba muy afligida, hasta el punto de la muerte (Mt. 26:37, 38). Su agonía fue tal que Su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre (Lc. 22:44).

Después de que fue arrestado, lo golpearon (Lc. 22:63, 64), lo azotaron con un látigo –hecho para desgarrar la piel hasta los huesos (Mc. 15:15)–, lo coronaron con espinas (Mc. 15:17), lo golpearon en la cabeza con una caña (Mc. 15:19), lo crucificaron –estuvo sobre la cruz por más de siete horas (Mc. 15:25,33)–, y allí murió (Lc. 23:46). Su muerte fue confirmada por el centurión que estaba delante de Él (Mr. 15:39), por soldados con experiencia en el área (Jn. 19:33) y por un soldado que le traspasó el costado con una lanza (Jn. 19:34).

¡Pero allí no acabo todo, después de tres días en una tumba, nuestro Señor Jesucristo resucitó! Así se relata en los cuatro evangelios (Mt. 28:1-10; Mc. 16:4-8; Lc. 24:1-12; Jn. 20:1-10) y la historia lo confirma (la tumba está vacía). Todo esto ocurrió conforme a las Escrituras (Sal. 16:8-11), conforme a las palabras del mismo Jesús (Mt. 16:21). Continuar leyendo La resurrección de Jesús.

La solución de Dios.

En Juan 11 se relata la enfermedad, muerte y resurrección de Lázaro; pero también cómo Dios se glorifico en todo esto. En este artículo veremos una de las muchas aplicaciones prácticas que pueden extraerse de este interesante capítulo.

EL PROBLEMA

“Y estaba enfermo cierto hombre llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de su hermana Marta. María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y le secó los pies con sus cabellos” (vv. 1, 2).

El problema era que Lázaro estaba enfermo. Una enfermedad que más adelante lo llevaría a la muerte –Lázaro aún no había muerto cuando sus hermanas llamaron a Jesús.

UNA POSIBLE SOLUCIÓN

“Las hermanas entonces mandaron a decir a Jesús: Señor, mira, el que tú amas está enfermo” (v. 3).

Es obvio que Marta y María no habían enviado personas a Jesús solamente para que éste tuviera la información de que Lázaro estaba enfermo. Las hermanas de Lázaro enviaron personas a Jesús para que Él fuera y sanara a Lázaro mientras aún estaba enfermo. Así que, una posible solución al problema o la solución sugerida por Marta y María fue que Jesús sanara a Lázaro mientras éste aún estaba enfermo (véase el versículo 21).

LA SOLUCIÓN TOMADA

“Cuando oyó, pues, que Lázaro estaba enfermo, entonces se quedó dos días más en el lugar donde estaba… Dijo esto, y después de esto añadió: Nuestro amigo Lázaro se ha dormido; pero voy a despertarlo” (vv. 6, 11).

La solución tomada por Jesús no fue ir inmediatamente a sanar a Lázaro mientras éste estaba enfermo, sino esperar a que Lázaro muriera; para, entonces, glorificar a Dios por medio de la resurrección de Lázaro (vv. 43, 44) y la salvación de muchos que creyeron en Él aquel día (v. 45).

APLICACIÓN

Muchas son las veces que vamos delante de Dios, en oración, haciéndole saber nuestras peticiones y problemas, y a la vez le presentamos o sugerimos una posible solución. Ahora, si Dios no actúa según la posible solución que nosotros le sugerimos, esto no significa necesariamente que algo está fallando con la fe, ni mucho menos que Dios falló. La pregunta que debemos hacernos es si estamos queriendo trazar la manera en la que Dios debe trabajar. Ciertamente lo que Dios prometió, Dios lo cumplirá; pero no quieras obligar a Dios a que cumpla Sus promesas según lo que tú crees que es mejor, no quieras obligar a Dios a que la solución a tu problema venga según tus términos y condiciones.

Al hacer saber a Dios tus peticiones y problemas, en vez de querer trazar la manera en la que Dios debe trabajar, di sinceramente que se haga Su voluntad. Recuerda que Dios es soberano (v. 6) y más sabio que tú (v. 4). Confía en Aquel que siempre actuará para Su gloria (v. 4) y tu beneficio (vv. 44, 45).