A finales del año pasado, la complicada “relación” de Wilfa Soto y Glyn Thomas se volvió viral en los medios de comunicación. Wilfa vive en Cotuí (República Dominicana) con sus dos hijas en un estado de pobreza económica. Ella conoció, vía la Internet, a Glyn Thomas (de nacionalidad británica); quien se ofreció ayudarla a criar a sus hijas. Pero cuando él llegó al país se supo que no tenía dinero para transportarse desde el aeropuerto hasta la casa de Wilfa y mucho menos para regresar a su país. Wilfa, entonces, tuvo que pedir ayuda a la embajada británica para que Glyn regresara a su país. Ella ahora quiere, en sus propias palabras, que limpien su nombre porque la vergüenza no la dejar salir a ningún lado.
Ese caso me hizo recordar Romanos 10:11, que dice: “Pues la Escritura dice: Todo el que cree en El no será avergonzado”. Wilfa creyó que Glyn sería y haría más de lo que él en realidad era y podía hacer. Y como resultado ella fue avergonzada. Ahora, si somos sinceros, tenemos que confesar que todos nosotros en cierto grado hemos experimentado la dolorosa vergüenza que resulta de haber creído con todo el corazón que alguien era o haría algo cuando en verdad no fue así. Sin embargo, Romanos 10:11 nos dice que hay alguien en quien podemos creer con todo el corazón sin temor a ser avergonzados: Jesús (quien es Dios).
Los siglos han pasado y Él ha demostrado ser todo lo que Él dice que es y ha cumplido todas Sus promesas. Los que se acercan a Jesús pueden sorprenderse de que Él es más de lo que ellos imaginaron, pero ninguno se decepcionará de que Él es menos de lo que ellos pensaron. Ninguno de los que han creído en Él han sido avergonzados –ni lo serán–.
El siguiente versículo nos da la razón por la cual todos los que creen en Él no serán avergonzados: “Porque no hay distinción entre judío y griego, pues el mismo Señor es Señor de todos, abundando en riquezas para todos los que le invocan” (v. 12). ¡Él es rico! ¡Él tiene riquezas abundantes para todos los que claman en auxilio a Él! El Señor no tan solo ha hecho «preciosas y magníficas promesas», sino que también Él cuenta con todos los recursos para cumplir tales promesas. Ninguno que, atendiendo a Su invitación, va a Él se quedará esperando con sus manos vacías.
Ahora, el Señor no es rico únicamente en oro y plata –aunque lo incluye: “A los ricos en este mundo, enséñales que no sean altaneros ni pongan su esperanza en la incertidumbre de las riquezas, sino en Dios, el cual nos da abundantemente todas las cosas para que las disfrutemos” (1 Ti. 6:17)–; sino que también el Señor es rico en poder: “y estando plenamente convencido de que lo que Dios había prometido, poderoso era también para cumplirlo” (Ro. 4:21); rico en sabiduría: “Pero si alguno de vosotros se ve falto de sabiduría, que la pida a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada” (Stg. 1:5); y lo más importante, el Señor es rico en gracia para perdonar los muchos pecados: “En El tenemos redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados según las riquezas de su gracia” (Ef. 1:7). Y es por eso que el versículo 13 (de Romanos 10) dice: “porque: Todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo”.
¿Lo ha prometido Dios en Su palabra? Entonces acércate a Él con toda seguridad y pídele que haga conforme a Su Palabras. Sabe que no serás avergonzado.