En este mundo hay personas que no se consideran pecadoras. Estas personas dicen que no han hecho nada malo por lo cual deban arrepentirse, ellas se consideran “buenas personas”. Por lo tanto, Dios debería premiarles por su buena conducta –creen ellas.
También hay personas que saben que son pecadoras, pero creen que lo único que necesitan es hacer unos cuantos ajustes. Es decir, estas personas saben que tienen un problema, pero creen que la solución a su problema es tratar de comportarse bien de ahora en adelante.
¿Qué dice al respecto la Palabra del Dios ante quien hemos de pararnos a dar cuenta en el día del juicio? Para eso vamos a ir al libro de Gálatas, que fue una carta escrita por el apóstol Pablo (Gl. 1:1) a las iglesias de Galacia (Gl. 1:2). Allí se habían levantado falsos maestros que enseñaban que era necesaria la circuncisión y el guardar la ley para ser salvados, a lo que Pablo (inspirado por Dios) respondió recordándoles que la salvación es solo por la fe en Cristo solo. Gálatas 3:10 dice:
“Porque todos los que son de las obras de la ley están bajo maldición, pues escrito está: «MALDITO TODO EL QUE NO PERMANECE EN TODAS LAS COSAS ESCRITAS EN EL LIBRO DE LA LEY, PARA HACERLAS»”.
PARA HACERLAS
No es suficiente saber cuáles son los mandamientos de Dios, no es suficiente venir a la iglesia a oírlos o abrir la Biblia para leerlos, ni siquiera es suficiente asentir a ellos. Es necesario hacerlos, es necesario obedecerlos.
Y como Jesús enseñó en el sermón del monte, la obediencia a los mandamientos de Dios no es meramente externa, sino que debe venir desde el corazón. Tal vez nunca has tomado una pistola y le has disparado a alguien; pero, según Dios, si te has enojado desmedidamente contra alguien, ya quebrantaste “no matarás”. Tal vez nunca te hayas acostado con alguien que no sea tu cónyuge; pero, según Dios, si has visto con lujuria a alguien que no es tu cónyuge ya quebrantaste “no cometerás adulterio”.
TODAS LAS COSAS
No es suficiente obedecer algunos cuantos mandamientos de la ley de Dios. Ni siquiera es suficiente obedecer la mayoría o el 99% de los mandamientos. Es necesario obedecer absolutamente todos los mandamientos de la ley de Dios, el 100%.
Santiago 2:10, 11 lo dice de la siguiente manera: “Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero falla en un punto, se ha hecho culpable de todos. Pues el que dijo: «NO COMETAS ADULTERIO», también dijo: «NO MATES». Ahora bien, si tú no cometes adulterio, pero matas, te has convertido en transgresor de la ley”.
PERMANECE
No es suficiente obedecer todos los mandamientos por un tiempo. No es suficiente obedecerlos por mucho tiempo. Ni siquiera es suficiente obedecerlos durante la mayor parte de tu vida. Es necesario obedecer los mandamientos de la ley de Dios desde que naciste hasta que mueras, sin apartarte nunca.
Imaginemos por un momento, sólo imaginemos ya que no es verdad, que de ahora en adelante, hasta el último día de tu vida, obedezcas todos los mandamientos de la ley de Dios. Todavía hay una mancha de pecado que no se ha borrado, hay una deuda pasada por saldar.
BAJO MALDICIÓN
Y toda persona que no alcanza esa perfección es pecadora y Dios en Su perfección no bajará Sus estándares. Es por eso que Romanos 3:10, 11 dice: “«NO HAY JUSTO, NI AUN UNO; NO HAY QUIEN ENTIENDA, NO HAY QUIEN BUSQUE A DIOS” –todos somos pecadores, inclusive quien escribe.
Y no sólo eso, esa ley contiene maldición para toda aquella persona que no cumpla sus demandas. La ley dice: ¿Te sabes de memoria la Biblia entera, desde Génesis hasta Apocalipsis, pero no la obedeces? ¡Bajo maldición! ¿Obedeces el 99% de los mandamientos, que solamente te falta el 1%? ¡Bajo maldición! ¿Obedeciste todos los mandamientos a lo largo de toda tu vida pero en la última hora de tu vida te desviaste? ¡Bajo maldición!
LA ÚNICA ESPERANZA
Es por eso que nadie puede ser salvo por medio de su obediencia a la ley de Dios. Y aunque, como dije anteriormente, Dios en Su perfección no bajará Sus estándares; Él hizo algo mejor: Dios bajó del cielo en la persona de Jesús para ser el Sustituto de todo pecador que se arrepiente sinceramente y confía completamente en Él.
Jesús fue el único que no sólo tenía la ley de Dios en Su mente, sino que también la obedeció. Él obedeció no la mayoría de la ley de Dios, sino absolutamente toda la ley. Y Él la obedeció no la mayor parte de Su vida, sino toda Su vida –desde Su nacimiento hasta Su muerte en la cruz–. Es por eso que Jesús es la única esperanza de todo pecador.