En el penúltimo capítulo de 1 Tesalonicenses, capítulo 4, el apóstol Pablo comienza la conclusión de su carta recordando que las instrucciones recibidas de parte del Señor Jesús deben ponerse en práctica cada vez más. Y en los versículos 3 al 8 encontramos instrucciones que expresan la voluntad de Dios para nuestra vida.
El llamado a la santificación
La voluntad de Dios para nuestra vida es clara: santificación. Ahora bien, ¿qué significa eso? Santificación es una palabra que rara vez escuchamos fuera del contexto de la iglesia, y ni siquiera dentro de la iglesia podemos dar por sentado que todos comprendan su significado.
En esencia, santificación es separación para Dios. La Biblia nos muestra cómo se apartaba para Dios el oro del templo, la ofrenda del altar e incluso la comida. Pero en este pasaje, Pablo no habla de cosas, sino de personas separadas para Dios.
La siguiente pregunta, entonces, es: ¿separados de qué? El versículo 7 lo deja claro:
“Porque Dios no nos ha llamado a impureza, sino a santificación”.
La santificación implica separarnos de toda inmundicia, porque ésta es lo opuesto a la santidad. La palabra “inmundicia” significa impureza, aquello que no está limpio. Y eso es exactamente lo que el pecado produce: contamina nuestros pensamientos, envenena nuestros sentimientos y mancha nuestras acciones.
Y no quiero que pasemos por alto un detalle crucial: cuando hablamos de la voluntad de Dios para tu vida y la mía, hablamos de un llamado personal que Él nos hace. En otras palabras, tú eres responsable de tu santificación.
No está mal orar por tu santificación; de hecho, el mismo Jesús oró al Padre diciendo: “Santifícalos en la verdad; Tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Pero si lo único que haces es orar, esperando que Dios haga lo que es tu responsabilidad, después no culpes a Dios ni te sorprendas por la falta de santidad en tu vida.
El regalo de la Biblia
En el versículo 8 se dice que Dios nos dio Su Espíritu Santo para ayudarnos a ser santos. Pero Su Espíritu no fue el único regalo que Él nos dio. ¿Qué fue lo primero que Pablo mencionó que Dios nos dio? En el versículo 2 se habla de instrucciones. Instrucciones que nos llaman a la santidad y nos muestran cómo vivir en santidad. La Biblia es el manual que Dios mismo nos entregó para ser santos. Y la relación entre el Espíritu Santo y la Biblia es que la Biblia es la espada del Espíritu.
En septiembre recordamos el Día de la Biblia (27), y en octubre recordaremos la Reforma Protestante (31), que nos dejó la enseñanza de la “Sola Escritura”. ¡Demos gracias a Dios por este regalo incomparable!
Pero cuidado: sería una gran hipocresía dar gracias por la Biblia y, al mismo tiempo, dejarla guardada hasta llenarse de polvo y telarañas por falta de uso. Léela, medita en ella y obedécela.
Lee la Biblia para conocer cómo ser santo.