Admira y aprende del Amigo de pecadores.

Los escribas y los fariseos eran dos de los grupos religiosos más importantes en la época en la que Jesús vivió. Los escribas eran expertos en la ley que trabajaban copiando manuscritos y enseñando la ley judía. Y los fariseos eran una secta judía que buscaba cumplir rigurosamente la ley mosaica.

Una de las acusaciones de los escribas y fariseos hacia la persona de Jesús fue que éste último era “amigo de recaudadores de impuestos y de pecadores” (Mt. 11:19; Lc. 7:34). Y aunque es necesario resaltar que esa no fue una descripción que Jesús se dió a sí mismo; no es menos cierto que Jesús no se avergonzó de ésta –al contrario, pareció afirmarla–.

Ahora veamos en qué sentido Jesús fue amigo de pecadores, en qué sentido Él no fue amigo de pecadores y cómo se aplica eso a nosotros.

¿EN QUÉ SENTIDO JESÚS FUE AMIGO DE PECADORES?

Los escribas y los fariseos se creían los más santos y se apartaban de los que ellos consideraban pecadores. Pero a diferencia de los escribas y los fariseos, Jesús estaba rodeado de pecadores. ¡Y Él no se avergonzaba de ser visto con ellos!

En Mateo 9 leemos que uno de los discípulos de Jesús era –antes de convertirse en Su discípulo– un publicano o recaudador de impuestos; allí también vemos a Jesús sentado a la mesa junto a publicanos y pecadores, comiendo con ellos (vv. 9-11).

En Lucas 7, justo después de repetir la acusación de los escribas y los fariseos (“amigo de pecadores”), una mujer pecadora de la ciudad (posiblemente una prostituta) ungió los pies de Jesús con perfume. Jesús no se lo impidió, aunque el dueño de la casa no hubiera dejado que esa mujer lo tocara a él (quien era fariseo).

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Estudia la Palabra, practícala y enséñala.

Esdras fue un sacerdote y escriba que subió de Babilonia a Jerusalén para realizar su ministerio. Parte de su ministerio era interpretar la Ley de Dios, y en esto Dios le había dado la gracia de ser un experto (Esd. 7:6, 11). En Esdras 7:10 encontramos un modelo de cómo debería ser todo maestro de la Palabra de Dios: “Ya que Esdras había dedicado su corazón a estudiar la ley del Señor, y a practicarla, y a enseñar sus estatutos y ordenanzas en Israel”. Esdras se dedicó de todo corazón, hizo una firme determinación, resolvió lo siguiente:

  1. Estudiar la ley del Señor. El objeto de estudio de Esdras fue la Palabra de Dios revelada hasta ese momento, y esto fue un estudio diligente. Esdras no fue como muchos hoy en día que, sin un estudio diligente previo, se sitúan detrás de un púlpito esperando que Dios le revele un mensaje. Más bien, él estudiaba diligentemente la Palabra de Dios, su mente iba a ella una y otra vez, la examinaba con cuidado, investigaba la voluntad que Dios había revelado tanto para él como para el pueblo de Israel.
  2. Practicarla. Esdras no buscaba meramente llenar su cabeza de conocimiento teológico. Esto lo sabemos porque él no sólo estudió la Palabra de Dios, sino que también resolvió practicarla. Una vez conocida cuál era la voluntad de Dios, lo primero que Esdras buscó no fue que el pueblo pusiera en práctica la Palabra, sino que él mismo la pusiera en práctica –él sería obediente–. Así, el pueblo vería no una división entre lo que Esdras enseñaba y practicaba, sino una práctica que adornaba su enseñanza.
  3. Enseñar sus estatutos y ordenanzas. Aunque lo primero que Esdras buscó fue que él mismo pusiera en práctica la Palabra de Dios, también enseñó la Palabra al pueblo. La Palabra de Dios fue lo que él enseñó, no las suyas, ni filosofías ni psicología –sólo la Palabra de Dios–. Esdras no enseñó las cosas que el pueblo quería oír o las cosas que a ellos les gustaban, sino que enseñó todo el consejo de Dios: habló acerca del pecado del hombre y habló de la misericordia de Dios, habló acerca de los imperativos y habló de los indicativos.

Nótese el orden que debería ser seguido: «[1] estudiar la ley del Señor, y a [2] practicarla, y a [3] enseñar«. Si primero no estudiamos la Palabra de Dios, no podremos practicarla ni enseñarla a otros o nuestra practica y enseñanza no será fiel. Si llenamos nuestra cabeza de conocimiento teológico que no practicamos, entonces seremos iguales a los escribas y fariseos que Jesucristo acusó de ser hipócritas. Y si nos atrevemos a enseñar lo que no practicamos, nuestras vidas obstaculizarán lo que enseñamos. Recuerda: estudia la Palabra, practícala y enséñala.

Nótese también como esta firme determinación de Esdras producida por la gracia de Dios: “fui fortalecido según estaba la mano del Señor mi Dios sobre mí” (Esd. 7:28); fue recompensada por la misma gracia –principalmente en la esfera espiritual, aunque también en la física–: “y el rey le concedió todo lo que pedía porque la mano del Señor su Dios estaba sobre él… la mano bondadosa de su Dios estaba sobre él” (7:6, 9).

Amarás.

Un escriba, experto en la Palabra de Dios, se acercó a Jesús y le hizo una pregunta muy importante e interesante, el escriba le preguntó a Jesús: «¿Cuál es el primer mandamiento de todos?«. ¿Qué significa esta pregunta? ¿Cuál fue la respuesta de Jesús? ¿Cuál fue la reacción del escriba?

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