“Porque si viviereis conforme á la carne, moriréis; mas si por el Espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis” (Romanos 8:13).
Primeramente, el texto comienza con la palabra “si”. Pablo usa este “si” para indicar la conexión entre la mortificación de las obras de la carne y la vida. Esto es como decir a un hombre enfermo: “Si tomas la medicina, pronto te sentirás mejor”. Al hombre enfermo se le está prometiendo un mejoramiento en su salud, a condición de que siga las indicaciones que se le dan. En una manera semejante el “si” de nuestro texto nos dice que Dios ha señalado “la mortificación de las obras de la carne” como el medio infalible para alcanzar “la vida”. Existe una relación inquebrantable entre la verdadera mortificación del pecado y la vida eterna. “Si… mortificáis las obras de la carne, viviréis”. Aquí está entonces el motivo para obedecer el deber que Pablo prescribe.
Segundo, la palabra “vosotros” nos dice a quienes este deber y promesa tiene aplicación. “Vosotros” se refiere a los creyentes descritos en el primer versículo como “los que están en Cristo Jesús”. Se refiere a aquellos que “no estáis en la carne, sino en el espíritu” (vers. 9). Se refiere a aquellos en quienes mora el Espíritu (vers. 10-11). Es tonto e ignorante esperar que alguien que no sea un creyente verdadero, cumpla con este deber. Si pensamos cuidadosamente acerca de a quienes Pablo está escribiendo y qué es lo que les dice que hagan, podemos hacer la siguiente declaración: Los creyentes verdaderos, quienes definitivamente son libres del poder condenatorio del pecado (y de su esclavitud), no obstante, deben ocuparse a lo largo de sus vidas con la mortificación del poder del pecado que todavía permanece en ellos. Sigue leyendo Owen sobre «La mortificación del pecado».