Warren sobre «Las sobras de comida».

En estas sobras de comida, estoy rodeada de una abundancia casi inimaginable. Aquí, en mi mesa, hay un símbolo humeante de mi asombroso privilegio: tanta sopa de tacos que no pudimos comerla toda y pudimos conservarla durante días porque, a través de un proceso que ni siquiera puedo comprender, los humanos descubrieron la electricidad y descubrieron que el gas de tetrafluoroetano comprimido que pasa a través de bobinas puede mantener los alimentos a la temperatura adecuada para su máxima conservación.

Esta abundancia, la gran cantidad y variedad de alimentos y la capacidad de conservarlos durante días, asombrarían a gran parte del mundo y a la mayoría de las personas a lo largo de la historia. Pero he sido embotada a las maravillas delante de mí. Doy por sentado este alimento.

Este hábito de orar por la comida me entrena en un modo de estar-en-el-mundo. Me recuerda que mi experiencia personal no es lo que determina si algo es o no una gracia y una maravilla, y que algunos de los regalos más asombrosos son los que más fácilmente se pasan por alto. Estas comidas olvidadas me moldean y me forman.

[…]

Hay toda una industria a la que le gustaría que yo creyera que esta sopa de tacos es solo una sopa, simplemente una mercancía, un producto para ser consumido, sin nada que decir sobre la moralidad o lo que significa ser humano. Comer de esta manera me hace olvidar de dónde viene mi comida, ignorar su conexión con la tierra y con las personas que la cultivaron y cosecharon. Los sacrificios que representa esta sopa -tanto de personas como de animales- son invisibles para mí.

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Brooks sobre “8 artimañas de Satanás para mantener a los cristianos en tristeza y duda”.

#1. Hace que los santos [cristianos] recuerden sus pecados más que a su Salvador, sí, incluso hasta olvidar y descuidar a su Salvador.

Como remedio, considera:

  • Aunque Jesucristo no ha librado a los creyentes de la presencia del pecado, Él los ha librado de su poder condenatorio.
  • Aunque Jesucristo no ha librado a los creyentes del irritante y molesto del pecado, los ha librado del reino y dominio del pecado.
  • Es necesario poner un ojo en la promesa de la remisión de los pecados, y el otro ojo en las operaciones internas del pecado.
  • Los pecados de los creyentes han sido cargados a la cuenta de Cristo como deudas que Él ha satisfecho plenamente.
  • El Señor tiene buenas razones para permitir que su pueblo se turbe con la corrupción pecaminosa.
  • Los creyentes deben arrepentirse de estar desalentados por sus pecados.

#2. Hace que los santos hagan definiciones falsas de sus gracias.

Como remedio, considera:

  • Puede haber verdadera fe, incluso una gran fe, donde no hay seguridad.
  • Las Escrituras definen la fe de otra manera a la que Satanás tienta a los santos a definirla.
  • Puede haber verdadera fe donde hay mucha duda.
  • La seguridad es un efecto de la fe, no la fe misma.

#3. Hace que los santos hagan inferencias falsas a partir de las acciones dolorosas de la Providencia.

Como remedio, considera:

  • Muchas cosas, aunque contrarias a nuestros deseos, no son contrarias a nuestro bien.
  • La mano de Dios puede estar en contra de un hombre cuando Su amor y Su corazón están puestos sobre él.
  • Las providencias dolorosas son enviadas por Dios para obrar algún bien noble para los santos.
  • Todas las providencias extrañas y profundas con las que se encuentran los creyentes los adelantan en su camino al cielo.
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Brooks sobre “12 artimañas de Satanás para atraer el alma al pecado”.

#1. Presenta la carnada y esconde el gancho.

Como remedio, considera:

  • Mantenerte a la mayor distancia posible del pecado y de jugar con la carnada.
  • El pecado no es más que un dulce amargo.
  • El pecado traerá las pérdidas más grandes y más tristes.
  • El pecado es muy engañoso y hechizante.

#2. Pinta el pecado con los colores de la virtud.

Como remedio, considera:

  • El pecado no es menos vil por estar pintado atractivamente.
  • Cuanto más se pinta el pecado, más peligroso es.
  • Mirar al pecado tal como lo veremos dentro de unas pocas horas.
  • El pecado costó la sangre del Señor Jesús.

#3. Atenúa y disminuye el pecado.

Como remedio, considera:

  • El pecado que los hombres consideran pequeño trae la gran ira de Dios sobre ellos.
  • El ceder a un pecado menor da paso a cometer un pecado mayor.
  • Es triste alejarse de Dios por un pecado pequeño.
  • A menudo hay más peligro en los pecados más pequeños.
  • Los santos han escogido sufrir mucho antes que cometer pecados pequeños.
  • El alma nunca puede soportar la culpa y el peso del pecado cuando Dios muestra cuán poderoso es el pecado más pequeño.
  • Hay más mal en el menor pecado que en la mayor aflicción.
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Ryle sobre “El ministerio de Juan el Bautista”.

[Mateo 3:1-12] describen el ministerio de Juan el Bautista, el precursor de nuestro Señor Jesucristo: es un ministerio que merece toda nuestra atención. Pocos predicadores han producido el mismo efecto que Juan el Bautista: “Salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán”. Nadie recibió jamás el mismo elogio de parte de la gran Cabeza de la Iglesia: Jesús lo llamó “antorcha que ardía y alumbraba” (Juan 5:35); el mismo gran Obispo de las almas declaró que “entre los que nacen de mujer no se ha levantado otro mayor que Juan el Bautista”. Consideremos, pues, las características principales de su ministerio.

Juan el Bautista habló claramente sobre el pecado. Enseñó la absoluta necesidad de “arrepentimiento” para que alguien pueda ser salvo; predicó que el arrepentimiento ha de ser probado por sus “frutos”; advirtió a los hombres que no confiaran en los privilegios externos, ni en una unión externa a la Iglesia.

Esta es precisamente la enseñanza que todos necesitamos. Por naturaleza estamos muertos, ciegos y dormidos en el ámbito espiritual; estamos dispuestos a contentarnos con una religión meramente ritual, y a engañarnos a nosotros mismos con la idea de que si vamos a la iglesia seremos salvos: es necesario que se nos diga “arrepentíos y convertíos” (Hechos 3:19), y que a menos que lo hagamos, todos pereceremos.

Juan el Bautista habló claramente sobre nuestro Señor Jesucristo. Enseñó a la gente que venía uno “más poderoso que él” a morar entre ellos. Él no era más que un siervo; el que venía era el Rey. Él solo podía “bautizar en agua”; el que venía podía “bautizar en Espíritu Santo” y quitar los pecados, y un día juzgaría al mundo.

Esta, una vez más, es exactamente la enseñanza que le hace falta a la naturaleza humana. Necesitamos que se nos dirija directamente a Cristo, pues todos estamos dispuestos a hacer cualquier cosa, menos eso; queremos confiar en nuestra unión con la Iglesia, nuestra participación de los sacramentos con regularidad y nuestra rigurosa asistencia a un ministerio establecido. Necesitamos que se nos diga que es absolutamente esencial la unión con Cristo por la fe: Él es el que ha sido designado como nuestra fuente de misericordia, gracia, vida y paz; todos y cada uno de nosotros debemos tener un trato con Él en cuanto a nuestras almas. ¿Cuánto conocemos al Señor Jesús? ¿Qué hemos recibido de Él? Estas preguntas forman el eje de nuestra salvación.

Juan el Bautista habló claramente sobre el Espíritu Santo. Predicó que existía un bautismo del Espíritu Santo. Enseñó que era un oficio especial del Señor Jesús dar este bautismo a los hombres.

Esta, de nuevo, es una enseñanza que nos hace mucha falta. Es necesario que se nos diga que el perdón del pecado no es lo único que se requiere para la salvación. Aún falta algo más, que es el bautismo de nuestros corazones por el Espíritu Santo. No tiene que haber solo una obra de Cristo por nosotros, sino también una obra del Espíritu Santo en nosotros; no tiene que haber solo un derecho a entrar en el Cielo, comprado para nosotros por la sangre de Cristo, sino también una preparación para el Cielo desarrollada en nosotros por el Espíritu de Cristo. No descansemos hasta que conozcamos en nuestra experiencia algo del bautismo del Espíritu. El bautismo de agua es un gran privilegio, pero asegurémonos de obtener también el bautismo del Espíritu Santo.

Juan el Bautista habló claramente sobre el terrible peligro que corren los impenitentes e incrédulos. Les dijo a sus oyentes que había una “ira venidera”; predicó sobre un “fuego que nunca se apagará” en el que un día se quemaría la “paja”.

Esta también es una enseñanza extremadamente importante. Es necesario que se nos advierta claramente que la cuestión de si nos arrepentimos o no, no es un asunto trivial; es necesario que se nos recuerde que hay un Infierno además de un Cielo, y un castigo eterno para los impíos además de vida eterna para los piadosos. Tenemos una temible tendencia a olvidar esto; hablamos sobre el amor y la misericordia de Dios, y no nos acordamos lo suficiente de su justicia y su santidad. Tengamos mucho cuidado con esta cuestión. En realidad, no le hacemos un favor a nadie ocultando el temor del Señor: es bueno para todos nosotros que se nos enseñe que la posibilidad de perderse para siempre existe, y que todo inconverso está colgando del borde del abismo.

En último lugar, Juan el Bautista habló claramente sobre la seguridad de los verdaderos creyentes. Enseñó que había un “granero” para todos los que son el “trigo” de Cristo, y que serían juntados allí en el día de su venida.

Esta, una vez más, es una enseñanza que le hace mucha falta a la naturaleza humana. Aun los mejores creyentes necesitan mucho ánimo: aún están en el cuerpo; viven en un mundo impío; a menudo los tienta el diablo. Habría que recordarles con frecuencia que Jesús nunca los desamparará ni los dejará: Él los mantendrá a salvo mientras los guía en esta vida, y al final les dará la gloria eterna. Serán puestos a cubierto en el día de la ira; estarán tan seguros como Noé lo estuvo en el arca.

Dejemos que estas cosas penetren hasta lo más profundo de nuestros corazones. Vivimos en una época en que hay mucha enseñanza falsa; no olvidemos nunca cuáles son los rasgos característicos de un ministerio fiel. ¡Bueno habría sido para la Iglesia de Cristo que todos sus ministros se hubieran parecido más a Juan el Bautista!


Este artículo es un extracto tomado de: J. C. Ryle. Meditaciones sobre los evangelios: Mateo.