La Navidad se trata de recibir.

Sé que el título de este artículo suena muy extraño para la mayoría de los que lo leen –o posiblemente para todos–. Y suena muy extraño porque nuestros padres, las películas de Navidad e incluso los comerciales de Coca-Cola nos han enseñado que la Navidad se trata de dar. Pero ¿y si la navidad no se trata de dar –al menos no como algo principal–? Y antes de que me acusen de ser egoísta, permítanme explicarme:

La palabra “Navidad” significa nacimiento. Y aunque la mayoría de las personas hoy en día festejan sin Jesucristo, el nacimiento de Jesucristo es la razón principal de celebración en la Navidad. Jesucristo es el centro de la Navidad.

Y cuando la Biblia habla del nacimiento o la primera venida de Jesús lo hace en términos de un regalo de Dios para la humanidad. Leamos tres versículos:

“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado, y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).

“porque les ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor” (Lucas 2:11).

“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree en Él, no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16).

¿Lo notaron? El profeta Isaías dice que un Hijo “nos ha sido dado”. Lucas registra que un Salvador “les ha nacido hoy”. Y Juan el evangelista dice que Dios “dio a Su Hijo unigénito”. ¡Jesucristo, como Salvador y Señor, es el regalo de Dios para ti y para mí!

¿Cómo podemos recibir a Jesucristo? Por medio del arrepentimiento y la fe. Arrepintiéndonos sinceramente de todos nuestros pecados y pidiéndole con confianza a Jesús que nos salve y sea nuestro Señor. Alguien ilustró el arrepentimiento y la fe de la siguiente manera: el arrepentimiento es la mano que suelta todos esos pecados a los que antes nos aferrábamos; la fe es la mano vacía que se extiende a Dios para recibir todo lo que Él ha prometido darnos en Jesucristo.

Y esa es la razón por la que sostengo que la Navidad se trata principalmente de recibir. Está bien dar y compartir lo que tenemos en está época, después de todo: ¿se puede responder de otra manera ante el Dios que ha dado tanto a pecadores que no lo merecen? Pero nunca olvidemos que la Navidad se trata principalmente de recibir el regalo de Jesús que Dios nos ha dado.

Y tú, ¿ya recibiste ese regalo? Si es así, ¡no lo sueltes! Celebra, festeja por el regalo que Dios te ha dado. Y a medida que pasen los años, aférrate más y más a Jesucristo. Y si todavía no lo has recibido, no dejes que pase esta Navidad sin hacer tuyo el regalo de Jesús como tu suficiente Salvador y tu único Señor.

La realidad más encantadora de navidad.

Esta es la realidad más encantadora de navidad: que Dios no esperó a que nosotros fuéramos a El, sino que Él vino a nosotros en la persona de Emanuel.

Jesús como Admirable Consejero y Dios fuerte.

“Porque un Niño nos ha nacido, un Hijo nos ha sido dado,
Y la soberanía reposará sobre Sus hombros. Y se llamará Su nombre Admirable Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz” (Isaías 9:6).

El mensaje de Isaías 9:6 había sido relevante en el tiempo de Isaías, fue relevante en los días de Jesús –en quien se cumple últimamente esta profecía– y sigue siendo relevante hoy en día; ya que el pecado y sus consecuencias siguen presentes, pero también Jesús está vivo y sigue obrando.

Admirable Consejero

Aunque en la Biblia Reina Valera 1960 se separa con una coma “admirable” de “consejero”, los otros tres nombres tienen dos palabras cada uno, por lo que me inclino a pensar que “admirable” y “consejero” deben ser vistos justos. Isaías 28:29 parece confirmar mi punto: “También esto procede del Señor de los ejércitos, que ha hecho maravilloso Su consejo y grande Su sabiduría”.

¿Qué es un consejero? Es alguien a quien acudimos en busca de una recomendación cuando no sabemos qué hacer o cuando tenemos dos opciones frente a nosotros y no sabemos cuál es la mejor. Leemos en la Biblia que los reyes tenían consejeros que le daban asesoría. Esos consejeros debían ser personas sabias y prudentes.

En la Biblia encontramos ejemplos de malos consejeros: la madre del rey Ocozías le aconsejaba que actuara impíamente (2 Cro. 22:3) y sus consejeros también lo aconsejaban para su perdición. Ocozías terminó destruido.

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