La doctrina de la predestinación enseña que Dios, desde la eternidad pasada, ha destinado a un grupo de personas para ser salvos en Jesucristo, por gracia y para Su gloria.
Yo creo en la predestinación. Más que por pertenecer a una iglesia bautista reformada, porque la veo claramente en la Biblia. Romanos 8:29 dice: “Porque a los que de antemano conoció, también los predestinó a ser hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que El sea el primogénito entre muchos hermanos”. Y en Efesios 1:5 leemos lo siguiente: “[En amor] nos predestinó para adopción como hijos para sí mediante Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad”.
Ahora, la pregunta es: si Dios predestinó a un grupo definido de personas para ser salvas, ¿qué pasa si alguien fuera de ese grupo quiere ser salvo? ¿Lo rechazará Dios? ¿Lo añadirá al grupo?
En Juan 6, una multitud, que había sido alimentada por Jesús, busca a Jesús. Allí Jesús se presenta ante ellos como el pan y el agua de la vida (v. 35). Y en el versículo 37 Jesús dice: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera”.
Nótese la primera parte, Jesús dice que absolutamente todos aquellos que Dios Padre le da a Jesucristo irán a Él para ser salvos. Eso está claro, pero ¿y si Dios Padre no lo ha dado a Jesucristo? Jesús contesta a la pregunta en el versículo 44, que dice: “Nadie puede venir a mí si no lo trae el Padre que me envió, y yo lo resucitaré en el día final”. Nótese el absoluto en las palabras de Jesús. Como todo lo que el Padre le da a Jesús irá a Él, así también nadie que no es llevado por el Padre irá a Jesucristo para ser salvo.
Todo hombre (varón y hembra) natural, aparte de la gracia en la obra del Espíritu Santo, es incapaz de querer ser salvo. Todo hombre –sin excepción– que ha ido a Jesucristo, y ha sido salvo por Él, es porque primero ha sido misteriosamente llevado por Dios Padre. ¡A Él sea la gloria!
“En rumbo a mi perdición
Indiferente aún
De mí tuviste compasión
Me guiaste a la cruz
Y contemplé tu gran bondad
Sufriste Tú por mí
Al Tú morir en mi lugar
Tu gracia recibí” (Jordan Kauflin. Mi vida es Cristo).
Así que la pregunta “¿y si alguien quiere ser salvo pero no está predestinado?” está mal formulada. La pregunta correcta sería “¿Puede alguien querer ser salvo sin estar predestinado?”. Y la respuesta a esa pregunta es “no”.
Ahora nótese la segunda parte del versículo 37: “y al que viene a mí, de ningún modo lo echaré fuera”. Jesucristo utilizó aquí una negación enérgica, es como si Él hubiera dicho: “Yo nunca, nunca rechazaré a aquel que viene a mí”; o: “en ninguna manera rechazaré a aquel que viene a mí”. ¡Bendita seguridad!
Si tú todavía no eres cristiano, Jesucristo te invita hoy a ir a Él en arrepentimiento y fe para así ser salvo. No tienes que averiguar primero si fuiste predestinado o no, sólo tienes que correr a Él arrepentido sinceramente de todos tus pecados y confiando en Él como único Salvador y Señor. Y si así lo haces, puedes estar completamente seguro de que serás recibido por Jesús con Su salvación. Y una vez salvo, puedes saber que habías sido predestinado.
Eso responde a una pregunta que tenía de pequeño