En el Salmo 34 se nos dice repetidamente que los que buscan socorro en Dios lo encuentran. Leamos algunos versículos:
- “Busqué al Señor, y Él me respondió, y me libró de todos mis temores” (v. 4);
- “Este pobre clamó, y el Señor le oyó, y lo salvó de todas sus angustias” (v. 6);
- “Claman los justos, y el Señor los oye, y los libra de todas sus angustias” (v. 17);
- “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas lo libra el Señor” (v. 19);
- “El Señor redime el alma de sus siervos; y no será condenado ninguno de los que en Él se refugian” (v. 22).
Y esos que buscan socorro en Dios son llamados “humildes” (v. 2), “pobres” (v. 6), “temerosos de Dios” (v. 7), “santos” (v. 9), “justos” (v. 15), “quebrantados de corazón” (v. 18a), “abatidos de espíritu” (v. 18b).
Permítanme resaltar que esos términos no se refieren a distintos grupos de personas, sino al mismo grupo de personas. Los “santos” son los mismos “humildes”, los “temerosos de Dios” son los mismos “pobres” y los “justos” son los mismos “quebrantados de corazón” y “abatidos de espíritu”.
¿No te resulta extraño eso? No esperaríamos que los justos sean al mismo tiempo humildes, pobres, quebrantados de corazón y abatidos de espíritu. Los quebrantados de corazón y abatidos de espíritu están en esa condición debido a que ellos están conscientes de sus pecados. ¿Cómo es, entonces, que ellos son justos?
A la luz del Nuevo Testamento podemos ver más claramente que la justicia de los justos no es adquirida debido a su buen desempeño. La justicia de los justos es la justicia de Jesucristo que ha sido imputada (o transferida a la cuenta de otro) a través de la fe (2 Cor. 5:21). Y debido a que esa justicia no es propia –sino ajena–, los justos no tienen nada en sí mismos de que jactarse.
El saber que todavía somos pecadores que pecamos mantiene nuestro corazón quebrantado. Y el saber que aun así tenemos la justicia de Jesucristo nos da esperanza y gozo. Es por eso que el evangelio de Jesucristo nos mantiene humildes no tan solo ante Dios, sino también ante aquellos que nos rodean.