Los ojos de todo el mundo están sobre Estados Unidos e Irán. El 2 de enero del 2020 el comandante de alto rango de Irán, Qasem Soleimani, murió en un ataque aéreo ordenado por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. El presidente Trump afirmó que ese ataque fue preventivo y defensivo, ya que el comandante estaba planeando atacar diplomáticos y militares estadounidenses. Irán amenazó con vengarse. Todo eso podría desatar la guerra, debemos orar para que Dios tenga misericordia.
Ahora, sin importar si su voto fue por Trump o no y sin importar si está de acuerdo o no con su decisión, sería tonto que un estadounidense tratara de desvincularse de lo que pasa. ¿Por qué? Primero, porque Trump es el presidente electo de Estados Unidos y, por lo tanto, el representante de todo estadounidense. Segundo, porque las decisiones que el presidente tome van a impactar, positiva o negativamente, a quienes él representa.
Romanos 5 nos enseña que Dios ha escogido dos cabezas federales o representantes a lo largo de la historia: el primero fue Adán y el último fue Cristo. Leemos lo siguiente en el versículo 19:
“Porque así como por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno los muchos serán constituidos justos”.
ADÁN, EL PRIMER REPRESENTANTE
El hombre que desobedeció fue Adán y debido a esa desobediencia, aquellos que Adán representaba, fueron constituidos pecadores. Ahora toda la raza humana está inclinada a pecar y eso hace, pecar. Y una de las consecuencias negativas del pecado es la muerte. Otra consecuencia negativa es que la ira de Dios está contra todo aquel que comete pecado.
Adán se reveló contra el Rey de todo el universo. Y a partir de ese momento, todos los que él representaba están en guerra contra Dios. Contra el Dios de quien se dice en Nahúm 1 lo siguiente: “En presencia de su indignación, ¿quién resistirá? ¿Quién se mantendrá en pie ante el ardor de su ira? Su furor se derrama como fuego, y las rocas se despedazan ante Él… Lo que traméis contra el Señor, Él lo hará completa destrucción; no surgirá dos veces la angustia” (vv. 6, 9).
A algunos no le agrada la idea de que Adán los representara. Pero no olvidemos que Dios creó a Adán en un estado de inocencia (no había maldad en su corazón) y lo puso en un jardín que no había sido afectado por el pecado. Eso quiere decir que Adán fue un buen representante, pero falló. Y si nosotros estuviéramos en sus zapatos, hubiésemos hecho exactamente lo mismo que él hizo.
CRISTO, EL ÚLTIMO REPRESENTANTE
Pero Dios, en Su bondad, había escogió desde la eternidad pasada a un último representante. Ese que Romanos 5 dice que obedeció fue Cristo. Timothy Keller dice: “Así como el primer Adán fue puesto a prueba en el jardín del Edén, el último Adán fue puesto a prueba en el jardín de Getsemaní. El primer Adán sabía que conservaría su vida si obedecía a Dios y no comía del árbol, pero no lo hizo. El último Adán también fue puesto a prueba por lo que Pablo llamó un ‘árbol’, es decir, por la cruz. Jesús sabía que sucumbiría si obedecía a su padre. Y, sin embargo, lo hizo”.
A pesar de caminar en un mundo afectado por el pecado y de ser tentado en todo lo que nosotros somos tentados, Él nunca pecó. Jesucristo siempre obedeció la ley de Dios, desde Su nacimiento hasta Su muerte en la cruz. Resucitó de entre los muertos, ascendió a los cielos. Y ahora, por Su obra perfecta, los que Cristo representa son constituidos justos.
¿Quiénes son esos a quienes Jesús representa? A todos aquellos que se han arrepentido sinceramente de todos sus pecados y confían en Jesús como Salvador y Señor. Ellos tienen el perdón de todos Sus pecados y Dios los trata como justos (como si siempre hubieran obedecido).
Recuerda: solamente hay dos representantes para la humanidad, Adán o Cristo. Y sus obras tienen un serio efecto sobre aquellos a quienes ellos representan. ¿Quién te representa a ti?