La Palabra de Cristo mismo.

Hay personas que no han ido a Jesucristo para así ser salvadas, porque –según estas personas– aún no han sentido que Dios las esté llamando. Si tú estás entre estas personas, es a ti a quien quiero hablar principalmente –aunque no únicamente (si ya eres cristiano, lee el artículo y compártelo).

Sea que sientas o no el llamamiento de Jesucristo para ir a Él y ser salvado, sabe que la realidad es que El sí te ha llamado y lo sigue haciendo. ¿Cómo sé esto? Cada vez que la Palabra es fielmente predicada, particularmente el evangelio, es como si Jesucristo mismo llamara a los hombres a dar la espalda sus pecados y a confiar en Él, es como si Él mismo invitara a los hombres a ser salvados.

En Mateo 10:40 leemos lo siguiente: “El que os recibe a vosotros, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió”. Estas son las palabras que Jesús dijo a los doce discípulos que Él eligió y envió a predicar el evangelio. Jesús dejó claro que quienes recibieran a Sus discípulos que predicaban el evangelio; más allá de recibirlos a ellos, recibían a Jesús mismo y a Su Padre celestial.

Leamos ahora a Romanos 10:9,13 que dice: “que si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo… porque: TODO AQUEL QUE INVOQUE EL NOMBRE DEL SEÑOR SERA SALVO”; y más adelante, en los versículos 14,15 dice: “¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? ¿Y cómo predicarán si no son enviados? Tal como está escrito: ¡CUAN HERMOSOS SON LOS PIES DE LOS QUE ANUNCIAN EL EVANGELIO DEL BIEN!”. Hay algo interesante relacionado con el verbo “oír” que se encuentra en el versículo 14, según Piper «el verbo griego para “oír” (akouō), seguido de una persona en el caso genitivo, significa oír a la persona y no meramente oír acerca de El» (Alégrense las naciones, p. 134). Así que, este pasaje nos dice que es Jesucristo mismo, usando como instrumento a aquellos que predican, quien lleva las buenas noticias de salvación. Esto es confirmado por Efesios 2:17 que dice que Jesucristo mismo «VINO Y ANUNCIO PAZ A VOSOTROS QUE ESTABAIS LEJOS, Y PAZ A LOS QUE ESTABAN CERCA». Una vez visto esto, entendemos mejor las palabras del versículo 17: “Así que la fe viene del oír, y el oír, por la palabra de Cristo”. Continuar leyendo La Palabra de Cristo mismo.

El peor sermón de Spurgeon.

El gran predicador Spurgeon predicó una vez un sermón que en su opinión fue uno de los peores de su vida. Tropezó, vaciló y tartamudeó y cuando terminó tenía el sentimiento de que había sido un completo fracaso. Se sintió profundamente humillado y cuando llegó a su casa se hincó de rodillas y dijo: “Señor, tú puedes hacer algo con la nada. Bendice ese pobre sermón”.

Durante toda la semana siguió orando de la misma manera. Se levantaba por la noche y oraba acerca de ello. Estaba determinado a enmendar su error y a esforzarse por predicar un gran sermón el domingo siguiente. Y eso fue exactamente lo que sucedió, al siguiente domingo predicó un sermón excelente. A la salida la gente no cesaba de felicitarle y elogiarle. Ese día Spurgeon regresó a su casa muy contento y por la noche durmió como un niño. Pero se dijo a sí mismo: “Voy a investigar los resultados de estos dos sermones”. ¿Cuáles fueron?

Para su sorpresa, el que él pensaba que había sido un fracaso fue el instrumento usado por Dios para la conversión de cuarenta y un personas. Pero nunca logró saber que se hubiera convertido alguien por medio del sermón que había sido tan excelente. El Espíritu de Dios usó el primero, pero no el segundo. Nada podemos hacer sin el Espíritu que nos ayuda en nuestras debilidades (Christian Digest. El peor sermón de Spurgeon).

No puedo asegurar en un 100% la veracidad de esa historia –aunque pudo ser completamente cierta; pero sí puedo asegurar la veracidad de tal sentimiento de completo fracaso, particularmente después de haber predicado un sermón, que experimentan muchos predicadores –yo lo he experimentado. Algunas veces, aun después de un diligente esfuerzo, no podemos escribir en el papel las palabras precisas para expresar una gloriosa doctrina bíblica o no podemos organizar las ideas tan coherentemente como deberíamos. Otras veces, sí pudimos escribir en el papel las palabras precisas y sí pudimos organizar coherentemente las ideas; pero la entrega del sermón, la exposición de éste, no fue como esperábamos. Entonces, cuando terminamos, tenemos ese sentimiento de completo fracaso. Continuar leyendo El peor sermón de Spurgeon.

Escudriñando las Escrituras.

En Hechos 17:10-15, Lucas (inspirado por Dios) nos relata la visita de Pablo y Silas a Berea. En el versículo 11 dice: “Estos eran más nobles que los de Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así”. En este versículo vemos como los de Berea no pusieron a Pablo y Silas por encima de las Escrituras, sino al contrario. Los de Berea no dijeron: “Ellos (Pablo y Silas) son grandes ministros de Dios, no necesitamos escudriñar las Escrituras”. Los de Berea recibieron la palabra proclamada, escudriñando (examinando, indagando, investigando) diariamente las Escrituras, para ver si estas cosas eran así. Los de Berea iban constantemente a las Escrituras para ver si la palabra proclamada era conforme a las Escrituras. Matthew Henry, comentando este pasaje, dijo: “Su buena disposición para recibir la palabra no fue aquella en la cual ellos tomaron las cosas confiadamente, tragados por una fe implícita. Más bien, como Pablo razonó las Escrituras y los refirió al Antiguo Testamento para probar lo que decía; ellos recurrieron a sus Biblias, fueron a los lugares a los cuales Pablo les refirió, leyeron el contexto, consideraron la extensión de ellos, compararon con otros lugares de la Escritura, examinaron si las inferencias de Pablo eran naturales y genuinas, y si sus argumentos sobre la Escritura eran convincentes, actuando, entonces, en consecuencia”. ¡Oh, cuánto necesitamos en nuestros días imitar en esto a los de Berea! No importa cuánto renombre tenga un ministro, siempre examina su enseñanza, filtra todas sus palabras a través de la Palabra de Dios, escudriña cada día las Escrituras para ver si las cosas son así. Hacer esto (escudriñar las Escrituras) te librará de terminar confiando en la palabra de los hombres (quienes pueden mentir) antes que en la de Dios (quien siempre es veraz). Que tu Biblia nunca esté cerrada mientras un sermón es proclamado.

Si eres maestro de las Escrituras, procura que el mensaje que transmitas no sea tu palabra, sino Su Palabra (la Palabra de Dios) –y llévalos a ésta al citarla constantemente. La Palabra de Dios es la única que puede dar al hombre la sabiduría que lleva a la salvación mediante la fe en Cristo Jesús (2 Ti. 3:15) y es también la que nos instruye para vivir como a Dios le agrada (2 Ti. 3:17). Hechos 17:12 dice: “Por eso muchos de ellos creyeron, así como también un buen número de griegos, hombres y mujeres de distinción”. Muchos creyeron no por la elocuencia del expositor, ni por palabras de sabiduría e inteligencia humana; sino que esas personas creyeron en Jesucristo por la Palabra de Dios que había sido proclamada.

Lane sobre «Las reglas de interpretación bíblica».

Tales reglas como no interpretar un pasaje de la Escritura de una manera que contradiga la clara enseñanza de otra parte son vitales. Una lista completa de tales principios de interpretación excede los límites del propósito de este libro. Una cosa, sin embargo, quisiera decir. Encuentro que muchos laicos vienen a la Biblia con un sentimiento consciente o inconsciente de que porque es la Palabra de Dios inspirada por su Espíritu, de alguna manera las reglas ordinarias del lenguaje no son de aplicación. Si, por tanto, les pregunto qué dice un versículo concreto sobre algún tema, a menudo ignoran el significado claro de las palabras y salen con alguna frase segura que recuerdan acerca del Evangelio, tal como: “Todos debemos creer en Jesús”. El versículo puede no decir nada en ese sentido, pero parece haber un sentimiento innato en cuanto a que no es posible que las palabras corrientes signifiquen lo que realmente dicen y que debe de haber algún significado más profundo conocido solamente por aquellos que han estudiado para el ministerio. Los predicadores han sido a veces responsables de este triste hecho, porque han dibujado cuadros algo fantasiosos a partir de pasajes que nunca pretendieron decir tales cosas. Debido a que la congregación no puede ver la relación entre el pasaje y el cuadro, asumen que debe haber algo erróneo en su consideración de la Biblia, en lugar de algo muy erróneo en el predicador. Nuestra tarea, sin embargo, no es hacer que parezca difícil el claro significado, sino hacer más claro aquello que es ya claro y enviar la congregación a casa sintiendo que quieren mirar ese pasaje de nuevo, porque se les ha vuelto tan claro.

Este artículo es un extracto tomado de: Denis Lane. Predica la Palabra (España: Editorial Peregrino, 1989), p. 78.