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Recientemente fui al cine con un grupo de amigos para ver una película de superhéroes que está batiendo los récords: “Los Vengadores” (The Avengers). Ésta, en tan solo dos semanas, ya había obtenido más de $178 millones de dólares. «Los Vengadores» trata acerca de un grupo de superhéroes (Hulk, Capitán América, Iron Man y Thor) que fueron reunidos por el director de una agencia secreta de espionaje llamada S.H.I.E.L.D, para salvar a la tierra de Loki (medio hermano de Thor) y su ejército, quienes intentan esclavizar a la raza humana. Aunque no creo que Joss Whedon (escritor y director de la película) buscó glorificar a Dios en su obra cinematográfica, yo sí pienso hacerlo, analizando a la luz de la Palabra de Dios algunas partes de la película.
En la película Thor y Loki son vistos básicamente como dioses, Viuda Negra (Black Widow) usa ropa un poco apretada y hay muchos golpes; no obstante, la película me resultó interesante, no sólo por su trama de ciencia-ficción, aventura y acción, sino también por varios elementos positivos que –por la gracia común de Dios– podemos encontrar en la película: Continuar leyendo Los Vengadores, a través de mis lentes.
Jesús estaba junto al lago de Genesaret, según Lucas 5, y por causa de la multitud que se agolpaba sobre Él para oír la palabra de Dios, tuvo que entrar en una de las barcas que estaban allí y separarse de tierra un poco. Desde la barca, enseñaba a las multitudes. La barca en la cual Jesús entró le pertenecía a Simón (posteriormente llamado Pedro), un pescador que había trabajado toda la noche sin conseguir pescar nada. Después de terminar de hablar a la multitud, Jesús mandó a Simón: “Sal a la parte más profunda y echad vuestras redes para pescar” (v. 4). Lo cual resultó en una pesca milagrosa según los versículos 6 y 7. Después de esto vemos a Simón, quien había estado junto a Jesús en la barca, ahora estaba de rodillas ante Jesús; Simón, quien llamaba «maestro» a Jesús, ahora llamándole «Señor», mientras reconoce su pecaminosidad: “Al ver esto, Simón Pedro cayó a los pies de Jesús, diciendo: ¡Apártate de mí, Señor, pues soy hombre pecador!” (v. 8).
Yo te pregunto: ¿Has visto tú también tus pecados y lo que eres (un pecador)? ¿Reconoces que eres y te sientes indigno de que el Señor Jesús esté cerca de ti? Si tu respuesta es afirmativa, entonces tengo buenas noticias para ti. Algunos versículos más adelante, en el mismo capítulo 5 del evangelio según Lucas, los fariseos y sus escribas se quejaban con los discípulos de Jesús, con la siguiente pregunta: “¿Por qué coméis y bebéis con los recaudadores de impuestos y con los pecadores?” (v. 30); a lo que Jesús respondió: “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los que están enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (v. 31, 32). Sí, es cierto que un pecador no merece el favor de Dios, no merece la salvación –y nunca debemos olvidar eso–, pero no es menos cierto que a estos fue a quienes Jesús vino a llamar al arrepentimiento, a dar perdón (Hch. 5:31), a acercarse para salvar. Esa es la gloria de su gracia que ha de ser alabada por toda la eternidad. Esta es la buena noticia: Jesús vino a llamar al arrepentimiento a, vino para dar perdón a, vino a acercarse para salvar a personas como tú (pecadoras). ¡Pecador, el evangelio es para ti!
Desde Getsemaní Jesús «comenzó a entristecerse y a angustiarse» y les dijo a Sus discípulos que Su alma estaba muy afligida, hasta el punto de la muerte (Mt. 26:37, 38). Su agonía fue tal que Su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre (Lc. 22:44).
Después de que fue arrestado, lo golpearon (Lc. 22:63, 64), lo azotaron con un látigo –hecho para desgarrar la piel hasta los huesos (Mc. 15:15)–, lo coronaron con espinas (Mc. 15:17), lo golpearon en la cabeza con una caña (Mc. 15:19), lo crucificaron –estuvo sobre la cruz por más de siete horas (Mc. 15:25,33)–, y allí murió (Lc. 23:46). Su muerte fue confirmada por el centurión que estaba delante de Él (Mr. 15:39), por soldados con experiencia en el área (Jn. 19:33) y por un soldado que le traspasó el costado con una lanza (Jn. 19:34).
¡Pero allí no acabo todo, después de tres días en una tumba, nuestro Señor Jesucristo resucitó! Así se relata en los cuatro evangelios (Mt. 28:1-10; Mc. 16:4-8; Lc. 24:1-12; Jn. 20:1-10) y la historia lo confirma (la tumba está vacía). Todo esto ocurrió conforme a las Escrituras (Sal. 16:8-11), conforme a las palabras del mismo Jesús (Mt. 16:21). Continuar leyendo La resurrección de Jesús.